• Nuevos Tiempos.
Todo parece indicar que les asiste la razón a quienes hoy apuestan a la
debacle del PRI.
Y es que, a falta de capitán y sin brújula, de unos años a la fecha, el
Partido Revolucionario Institucional ya navega sin rumbo y sin destino.
De ahí el inminente riesgo de naufragar y de irse a pique.
Más aún cuando no se observa a alguien que tenga la capacidad suficiente
para tomar el timón y enderezar la nave. Y cuando la credibilidad está perdida.
No es para menos.
Cuando después de navegar por aguas turbulentas y encontrar un nuevo y
seguro puerto, con Peña Nieto en 2012, el PRI empezó nuevamente a rodar, y más
estrepitosamente hacía el abismo.
Fueron aquellos tiempos de persecuciones a gobernantes corruptos lo que
puso al descubierto el verdadero rostro de deshonestidad de muchos priistas, y
lo que, en vez de favorecer al partido, provocó que la sociedad le diera la
espalda.
A partir de ahí el destino de ese partido sería la profunda crisis y el
pernicioso ostrasismo.
Luego entonces, la gran mayoría de los priistas demostraron escasez de
voluntad y falta de energía.
Y empezaron a trabajar con desgano, apáticos y con fatiga.
Acto seguido, ya sin metas y con sus rostros sumidos en la derrota,
optaron por solo matar el tiempo.
Pero era ya tarde para sacudirse rémoras y lastres.
Sí, esas rémoras y lastres que ante la falta de oficio político más bien
caían en intransigencias y errores lo que ocasionó el avance, pero en reversa
de un partido antes con hegemonía triunfante.
Ese fue el PRI.
Un partido que, sumergido en la confianza, olvidó por completo que en el
servicio público no debe tener cabida ni la improvisación ni el descuido.
Ese fue el PRI.
Un partido de juegos maquiavélicos, práctica de fraudes, robo de urnas,
compra de votos, carruseles, Etc.
Ese fue el PRI.
Una organización de hombres y mujeres acostumbrados a los buenos vinos y
comidas exquisitas con cobros facturados al pueblo.
Un grupo de personas proclives a los arlequines y las vallas, e insertos
en la impunidad y la desfachatez.
Una congregación de personas que creyéndose inteligentes aprovecharon la
ignorancia de otros para enfrentar la burguesía con la pobreza y hacer más
grande la zanja de la pobreza extrema.
Y lo peor, que con ello también lograron el ensanchamiento de la
desigualdad social.
Más, nadie alcanza a comprender cómo fue que este partido logró
mantenerse en el poder por 70 años.
Y si escribí en primeras líneas que hoy es un partido sin capitán, es
porque justamente desde que asumió el liderazgo su actual presidente, Alejandro
Moreno, han perdido más de 10 gubernaturas, entre otras posiciones.
Pero ahí sigue dando tumbos y traspiés. Cargando a sus espaldas aquella
herencia maldita de los Díazordaz, Echeverrias, Lópezportillos, y
Salinasdegortari.
Ahí sigue, transitando por
un camino escabroso y difícil.
Y es ahora, un partido que
se sabe caminar ya en picada rumbo a su tumba.
Un partido que ya siente las
paladas de tierra que hasta el fondo le avientan sus escasos afiliados.
En síntesis, hoy por hoy, el PRI es un partido en blanco y negro, que no
es ni la sombra de lo que antes fue.
Aunque sí, es la sombra de su propia muerte.
Requiscat in pace.
Cuestión de tiempo.