• El año pasado el estado registró apenas 64.5 milímetros de lluvia, según datos de la Comisión Nacional del Agua (Conagua), la cifra más baja en todo el país. En comunidades como El Sargento, cercana al rancho, apenas cayeron 1.5 milímetros.
Emilio Avendaño
La Paz, Baja
California Sur.- Después del 2024 en una de las sequías más severas que ha
enfrentado Baja California Sur (BCS) en las últimas dos décadas, cuando el
forraje de alfalfa llegó hasta los 260 pesos por paca y las muertes de ganado
se estimaron en más de 30 mil cabezas en menos de un año, en el Rancho
Cacachilas se desarrolla la siembra y experimentación de cultivos adaptados a
ecosistemas áridos, bajo un modelo agropecuario regenerativo.
El año pasado el
estado registró apenas 64.5 milímetros de lluvia, según datos de la Comisión
Nacional del Agua (Conagua), la cifra más baja en todo el país. En comunidades
como El Sargento, cercana al rancho, apenas cayeron 1.5 milímetros.
Estas
condiciones extremas han reducido los agostaderos naturales, terrenos donde se
alimentan las vacas en épocas de sequía, a meros suelos áridos donde las
plantas en vida silvestre no alcanzan para sostener a los animales. En ese
contexto, Rancho Cacachilas demuestra que en territorios con poca agua es
posible producir alimento, regenerar el suelo y mantener una ganadería viable.
“La intención es
hacer una agricultura regenerativa”, explicó Esmeralda Ramírez, jefa de
producción. “Prácticas que nos permitan no sólo producir alimentos de alta
calidad, sino también poder mitigar o revertir algunos de los efectos del
cambio climático con los recursos que tenemos disponibles”.
En Cacachilas,
la composta sustituye al fertilizante industrial y es la base de todo en el
huerto y así, en lugar de depender de insumos externos, el rancho busca que
cada componente (suelo, planta, agua y animal) funcione como parte de un mismo
ciclo.
Ese principio
guía la experimentación de forrajes (plantas para alimentar ganado), donde el
objetivo no es solo alimentar a las mulas y caballos, sino fortalecer el suelo,
retener humedad y devolverle microbiología que es la base para una tierra
fértil.
Ramírez detalló
que los forrajes cumplen una doble función. “Uno, es alimento para los animales
y dos, las raíces fijan nutrientes de vuelta en el suelo como nitrógeno,
fósforo, magnesio, ingredientes muy importantes para la salud del suelo”.
Los ensayos más
recientes incluyen sorgo sudán, pasto rodes y frijol capuí, especies
seleccionadas por su tolerancia al calor y su capacidad de resistir hasta que
llegan mejores condiciones climáticas.
El capuí es una
leguminosa de origen africano que ha resultado prometedora por su capacidad
para fijar nitrógeno, regenerar el suelo y ofrecer un alto contenido proteico
tanto en vaina como en grano. “Es un súper alimento, lo vemos como un tipo de
frijol muy viable en la zona”, apuntó Ramírez, aunque admitió que no forma
parte de la gastronomía local, un reto cultural que deberá sortear el técnico.
El rancho
también ha comenzado a incorporar árboles forrajeros como la moringa y el
guaje, que ayudan a crear sombra natural, propician microclimas y atraen
polinizadores. Estas estrategias forman parte de un sistema integrado de manejo
donde cada elemento del entorno tiene una función ecológica.
“No tenemos las
condiciones de agostaderos... la clave es diversificar la dieta y producir
parte del alimento aquí mismo. Estamos probando con especies que toleran altas
temperaturas y poco riego”, explicó Ramírez.
Así la ganadería
en el rancho se entiende como una herramienta de restauración y no solo de
producción. José Manuel Pérez, gerente general, lo describió como un enfoque de
ganadería holística: “El manejo ganadero y el ganado tienen que ser una
herramienta que nos ayude a hacer el disturbio suficiente en los terrenos, la
pezuña reincorpora materia orgánica, favorece la infiltración de agua y las
bacterias del rumen se integran al suelo. Tenemos que definir la capacidad de
carga y los tiempos correctos de ocupación y descanso de los ecosistemas”.
Para ello se
implementó un sistema de pastoreo rotacional, con cercos eléctricos alimentados
con energía solar que se mueven por secciones de tres o cuatro días. “El animal
se alimenta aquí en el sitio y regresa a un cerco permanente, la idea es
temporada con temporada ir cambiando la ubicación de los cercos para permitir
el descanso y la regeneración del suelo”, añadió Ramírez.
Rancho
Cacachilas busca compartir la experiencia con rancheros de la región con un
programa mensual durante la temporada fresca. “Vámonos al rancho”, busca que
productores locales puedan recorrer los huertos, observar las técnicas y
asistir a talleres. “Queremos que vengan, que aprendan, que conozcan, que vean
las técnicas que estamos usando y que puedan replicarlas en sus propios
ranchos”, comentó Pérez.
Las
capacitaciones incluyen manejo de agostaderos, elaboración de composta y
aprovechamiento de subproductos pecuarios, en colaboración con instituciones
como la Universidad Autónoma de Baja California Sur.
En un estado
donde el 90% del territorio presentó algún grado de sequía en el 2024, y donde
los costos de producción ganadera se dispararon por la escasez de forraje, las
experiencias de Cacachilas muestran una alternativa posible.
No se trata de
un modelo de alto rendimiento ni de grandes volúmenes de producción, sino de
una propuesta de resiliencia. Producir dentro de los límites del ecosistema,
regenerar la fertilidad del suelo y reducir la dependencia de insumos externos.
“Nuestra
intención es demostrar que una agricultura regenerativa es viable en
ecosistemas áridos como el nuestro, y que también puede representar un modelo
económico para la región”, concluyó Esmeralda Ramírez.
* Este artículo
fue publicado originalmente en Causa Natura Media.