• Se evidenció el trato desigual al alcalde Cristian Agúndez y la exclusión de la alcaldesa de Mu-legé.
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La Paz, Baja
California Sur.- La reciente visita de la presidenta Claudia Sheinbaum a Baja
California Sur (BCS) ha dejado más polémica que consensos. Lo que más generó
controversia fue el trato diferenciado hacia autoridades locales, especialmente
la exclusión de la alcaldesa de Mulegé, Edith Aguilar Villavicencio, y el trato
desigual hacia el alcalde de Los Cabos, Cristian Agúndez Gómez.
Agúndez Gómez
sí fue mencionado durante el evento principal en La Paz, sin embargo, a
diferencia de la alcaldesa Milena Quiroga —de Morena—, no fue incluido
inicialmente en el presídium, y su presencia se limitó a una silla en la orilla
del escenario. Esto ocurrió pese a que es el presidente municipal del destino
turístico más importante del estado y había sido recientemente propuesto como
posible candidato a gobernador por el Partido del Trabajo (PT).
El
contraste fue aún más evidente durante el arranque de obra del Hospital
Regional en Los Cabos, donde Milena Quiroga fue presentada incluso antes del
alcalde anfitrión. Esta diferencia en el trato institucional entre figuras del
mismo partido y otros de la alianza opositora ha sido interpretada como un uso
político del protocolo presidencial.
Más grave
aún fue la exclusión total de Edith Aguilar Villavicencio, alcaldesa de Mulegé
por el Partido Acción Nacional (PAN), quien confirmó que no fue invitada,
convocada ni informada del evento en La Paz. La omisión es significativa, pues
Edith Aguilar representa no solo a la oposición, sino a una región
históricamente marginada, que atraviesa actualmente una situación delicada de
violencia.
La
presidenta también fue recibida con manifestaciones en La Paz y Los Cabos. En
la capital del estado, ciudadanos protestaron por la crisis del agua, la
inseguridad y los servicios públicos. En Los Cabos, las demandas ciudadanas
incluyeron la apertura de playas públicas y críticas hacia empresarios y
figuras políticas, entre ellas Agúndez.
Estos
hechos reflejan no solo tensiones políticas, sino una preocupante tendencia a
condicionar la inclusión institucional a la afinidad partidista. En un momento
en que el país exige unidad, el trato diferenciado en una gira presidencial
enrarece el clima político y profundiza la división.