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Hoy es jueves, 28 de marzo de 2024

En privado

• Los insólitos caminos de la terquedad


No cabe duda que la cerrazón, la insensibilidad y la obstinación, están provocando  terribles desaciertos en el gobierno de Andrés Manuel López Obrador,  ocasionando –inclusive-- que los pequeños problemas se tornen en grandes incertidumbres con funestos resultados no solamente para el gobierno sino para el pueblo en general.

 

Y para ilustrar la entrega de hoy, en lo que se refiere a este tema, solamente haré referencia a  dos aspectos que por su importancia, considero sobresalientes. Y los cuales enseguida desglosaré.

 

Un caso específico y que data de apenas unos días, lo ha sido la toma de las instalaciones de  la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, donde por ende, se puso de manifiesto la obstinación y al mismo tiempo la falta de inteligencia.

 

En efecto, el pasado jueves 03 de Septiembre una mujer  que  exigía justicia, se amarró a una silla al interior de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).  Se trata de la señora Marcela, --de San Luis Potosí--, quien previamente se había reunido con la presidenta de la institución, Rosario Piedra Ibarra.

 

Tras exponerle un caso de abuso sexual en contra de su hija de solo cuatro años, y al no obtener la respuesta esperada, Marcela amarró su cuerpo a una silla al interior de la sala de juntas con la intención de quedarse allí hasta encontrar una respuesta satisfactoria a ese asunto que para ella como madre, es de vital importancia.

 

La señora Marcela, no confió nada en las palabras y promesas de la ombudsman y luego de atarse a una silla pidió que su demanda sea atendida por el subsecretario de Derechos Humanos, Alejandro Encinas, en quien seguramente cifró esperanzas de solución a su problema.

 

Sin embargo, la presidenta Rosario se convirtió en Piedra y montándose en su macho, no convocó a Encinas para que acudiera a conversar con Marcela, por lo que al paso de los días la harina se le hizo engrudo  y  tras ello  las instalaciones de la CNDH se llenó de personas, todas inconformes y hoy, lo que solo fue un cerrillo encendido, provocó un gran incendio.

 

Ya después, a esa conflagración, lamentablemente para la titular de la CNDH, se fueron sumando otros casos duros,  patéticos, como el de aquella madre de familia llamada Erika, quien desde mucho antes también había pedido reunirse con el subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación (Segob), Alejandro Encinas.

 

Vale decir que la hija de esta dama tenía 7 años cuando el hermano de su padrastro abusó sexualmente de ella. Vivían todos en la misma casa, así que tras la denuncia, ellas además se quedaron sin vivienda. Tres años han pasado y no hay justicia, dicen. Y agregan que  el presunto agresor sigue libre y Erika y su hija no tienen dónde vivir. Por eso, ahora comenta que se quedará en el edificio de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) del Centro Histórico, tomado desde antes por colectivos de víctimas y feministas, que aseguran que ya no lo devolverán porque se va a convertir en un refugio.

 

Ahora, las  cosas --para el gobierno federal-- se han salido de control.

 

¿Por qué?, simplemente porque la terquedad está rebasando los límites de la razón. Con lo cual valdría la pena parafrasear aquello de: “soy terco y obcecado”, dicho por el propio Presidente de México y que hoy, como se observa,  toma muy a pecho la presidenta de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.

 

Se dice que fue justo la hija de Erika, --ahora de 10 años--, quien pintó sobre el cuadro de Francisco I. Madero que estaba al interior de la Comisión, un acto que el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo en su conferencia matutina del lunes anterior, que era vandalismo y que quien lo haya hecho es porque no conoce la historia o es un conservador.

 

“Este cuadro, estas flores, estos labios pintados, se los pintó mi hija. Expresó la madre de la pequeña y agregó: “mi hija, una niña que a los 7 años fue abusada sexualmente. Entonces quiero decirle a ese presidente que cómo se indigna por este cuadro, ¿por qué no se indigna cuando abusaron de mi hija?”.

 

El  otro caso al que haré referencia, --también patético, lamentable y triste--,  lo representan los niños con cáncer en México. Un pasaje fatal y lamentable, que por sí solo deja traslucir la falta de sensibilidad de aquellos que tienen el poder. Aun a sabiendas de que todos esos niños y niñas su frágil vida depende de un medicamento. Y a pesar de saber que cada 4 horas muere un niño por cáncer en México.

 

Así es. Muy a pesar de saber que en las manos de ellos está evitar tanto vertedero de lágrimas, al tiempo de aliviar un poco el sufrimiento de los padres. Y de paso evitar el dolor de esos seres inocentes.

 

Que lamentable desgracia cuando estos altos funcionarios ignoran que ante una vulnerable existencia como esa, tan solo ese medicamento les otorga un poco de felicidad a esos niños y niñas.

 

Qué desgracias que en un país como el nuestro, donde la vida de un niño debe estar por encima de todo, no es posible que desde hace un año, los padres de familia realicen marchas ante las oficinas de la Secretaría de Salud federal, para exigir el abasto de medicamentos oncológicos para sus hijos.

 

Por todo lo anterior, yo pregunto:

¿Dónde pues, queda el tan cacaraqueado interés superior del niño? Lo que debe ser una “una consideración primordial” en todas las medidas y decisiones que le atañen a un gobierno, y que además debe utilizarse para resolver cualquier confusión entre los diferentes derechos.

 

En síntesis, en este asunto se debe actuar y proceder sin cortapisas, Digamos, antes de que  la despenalización de la eutanasia en casos terminales o patologías graves e incurables obtenga su  permiso. Y antes de que el medico procure la muerte.

 

¿O, es que en estos oscuros recovecos se esconde algo de discriminación infantil?

 

Cuestión de tiempo.