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Hoy es sábado, 15 de noviembre de 2025

En privado

• Memorias.


 

Justo frente a la entrada de la Escuela Primaria Benito Juárez, por la calle Yucatán, había una pequeña tienda, sin razón social, que solíamos llamar la tienda de don Guillermo.

 

La atendía él, don Guillermo, un señor buena onda que comprendía y sabía llevarse muy bien con los niños, los adolescentes y los jóvenes de entonces.

 

Era ahí afuerita, -en la banqueta-, el punto de reunión de nosotros. Los adolescentes y jóvenes de la época y de la barriada, de los sesenta-setenta.

 

El establecimiento, tenía al frente dos puertas de madera con su marco del mismo material.

 

¿Y saben cuál era el deseo de toda la palomilla a modo de presunción?: Alcanzar, con la punta del zapato, y de una patada, la parte superior del marco, que medía tal vez, menos de 1.80 metros.

 

Lo lograban los más espigados: Antonio Martínez “El Sapo”, Julio Sánchez Peláez, Héctor del Riego, Francisco “El Chueco” Ojeda, y Telésforo López “El Tele”. No sé si también Víctor Manuel Castro Cosío, que aunque era de El Esterito, también se reunía ahí, pero nunca lo vi lanzar la patada al marco superior de la puerta.

 

El resto de los que frecuentábamos el lugar: José Luis Castañeda Pelatos, Felipe Lara, “El Negro Valencia”, Guillermo Beltrán el erudito, “El Goliat” Rodríguez, y un tipo que apodábamos “El Cachora”, nunca lo lograron. Menos “El Goliat” y yo, que éramos los más chaparros.

 

Tiempo después, Francisco “El Chueco” Ojeda, nos comentó que quería incorporarse a la entonces temible Policía Federal. Entonces se fue a la capital del país, y según lo logró.

 

Pasados algunos años, El Tele toma la decisión de meterse de soldado y lo hace en el 14 Batallón que tenía su sede en La Paz.

 

Para su mala suerte fue cuando sucedió la revuelta estudiantil en México y se lo llevaron en un pelotón, para aplacarlos. El caso es que hasta hoy, Telésforo López, forma parte de las estadísticas de los muertos.

 

Sin embargo, un par de años después se nos aparece aquí. No como un fantasma, sino vivito y coleando, y con las muescas de 8 balazos en diferentes partes de su cuerpo. Uno de ellos que le voló el ojo izquierdo, donde hoy trae colocado un ojo de vidrio.

 

Nos Mostró los impactos de las balas en su cuerpo. Obvio, quedamos muy impresionados. “A mí me dieron por muerto”, nos dijo.

 

Pero quienes sí nos colocaron un negro crespón en el alma, al marcharse para siempre en esa tierna edad, fueron: José Luis Castañeda Pelatos y Julio Sánchez Peláez.

 

Fue un tenebroso día que viniendo de la playa El Coromuel, ambos a bordo de una moto perdieron la vida en la fatídica curva.

 

Y creo sin lugar a dudas, que quienes más sentimos esa pérdida, fuimos Víctor y yo, toda vez que éramos los que con ellos teníamos una real fraterna amistad.

 

Yo al menos, confieso que lloré.

 

Ya después de grandes, hanse marchado también para siempre Héctor del Riego y Francisco “El Chueco” Ojeda.

 

De los demás, ya no volvimos a saber nada. Simplemente se nos perdieron de la vista.

Por tanto, jamás nos volvimos a reunir en aquel punto.

 

Pero, enhiesta, como testigo fiel de nuestra hermandad de adolescentes, ahí sigue la tienda de don Guillermo.

 

Claro, con sus puertas cerradas desde hace muchos años.

 

Cuestión de tiempo.