• Los pepinos de mar son un grupo de invertebrados marinos parientes de las estrellas y erizos de mar. En Baja California suelen estar a una profundidad de entre 60 y 80 metros bajo el mar. Sin embargo, durante la época de reproducción se acercan a las costas y es cuando son más vulnerables frente a la pesca ilegal.
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La Paz, Baja
California Sur.- Los pepinos de mar, en el noroeste de México, son candidatos a
la extinción. Al origen de su crítica situación está la falta de programas de
manejo y la pesca ilegal que satisface el apetito del mercado asiático. Ante la
merma, las comunidades pesqueras de Baja California, que dependen
económicamente de este recurso, tienen la esperanza de cultivar el pepino para
disminuir la presión sobre los individuos silvestres y repoblar zonas
sobreexplotadas.
Los pepinos
de mar (holoturoideos) son un grupo
de invertebrados marinos parientes de las estrellas y erizos de mar. En Baja
California suelen estar a una profundidad de entre 60 y 80 metros bajo el mar.
Sin embargo, durante la época de reproducción se acercan a las costas y es
cuando son más vulnerables frente a la pesca ilegal.
Los riesgos
de que desaparezca esta especie van más allá de la propia pérdida del pepino de
mar y tiene implicancias para todo el ecosistema. Cuando estos animales se
alimentan, se desplazan por el suelo marino limpiando la materia orgánica en la
arena y evitando que esta se descomponga y contamine el medio natural. Además,
al alimentarse, remueven y oxigenan el fondo marino.
Por eso,
“cuando se depreda al pepino de mar mueren langostas, peces y corales. Se muere
todo lo que habita el fondo marino porque no hay quien limpie y esas zonas se
vuelven anóxicas [sin oxígeno]”, señala Magali Zacarías, técnica titular en el
Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada
(Cicese).
Benjamín
Barón es investigador titular en el Departamento de Acuicultura del Cicese y
líder del proyecto de acuacultura de pepino de mar que, después de un año y
medio de pruebas, está a punto de controlar todo el ciclo de vida del pepino
verrugoso (Apostichopus parvimensis).
Los retos, sin embargo, entre ellos, técnicos y financieros, son muchos.
·
Una historia
de la degradación
El pepino de
mar tiene una alta demanda en el mercado asiático, donde su consumo es un lujo
reservado para ocasiones especiales. China, Hong Kong y Corea del Sur son los
principales destinos comerciales.
Sus supuestas
propiedades medicinales y el hecho de que es considerado una delicatessen
culinaria en guisos y sopas, permite que se venda a precios que, dependiendo de
la especie, superan los mil dólares el kilo deshidratado.
El pepino de
mar seco es la forma más comercializada y de mayor valor, debido a su larga
duración y facilidad de transporte. Al secarse, un kilogramo de pepino de mar
se convierte aproximadamente en 100 gramos, por eso su precio es tan alto.
En Asia, el
desarrollo de la tecnología ha permitido el cultivo de la especie de pepino de
mar Apostichopus japonicus, considerada En Peligro de Extinción por la Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Sin embargo, la
demanda es tanta que esa producción no alcanza a satisfacer el mercado.
“Producen
grandes cantidades, pero también consumen mucho pepino de mar”, asegura
Zacarías. De hecho, “su producción no les alcanza y por eso han depredado
muchas de las especies en todo el planeta”, dice. Así pasó en Yucatán, al
sureste de México, donde el pepino de mar de la especie Isostichopus badionotus se convirtió en un recurso de tal
importancia para el mercado asiático, que terminó sobreexplotado y con una
veda permanente que prohíbe su captura desde 2013.
En la
búsqueda de satisfacer esa demanda, México, y puntualmente el estado de Baja
California, juegan un papel clave, puesto que, desde 2021, exporta el 100% del
pepino de mar que se produce.
Las dos
especies comerciales de pepino de mar presentes en las costas de Baja
California son el verrugoso (Apostichopus
parvimensis), que se encuentra desde la frontera con Estados Unidos hasta
la mitad de la península de Baja California, y el pepino de mar café (Isostichopus fuscus), que se distribuye
desde el Golfo de California hasta Perú.
El pepino de
mar café está clasificado como especie En Peligro, tanto por la UICN como por
la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), que se encarga de su
manejo. El pepino verrugoso está considerado Vulnerable y no cuenta con
un plan de manejo. Solo se rige por cuotas de capturas anuales asignadas por la
Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca).
Desde que en
1991 inició el registro de la producción del pepino verrugoso, se alcanzaron
cifras máximas de hasta 747 toneladas en 1994. A partir de ahí, ha habido una
tendencia decreciente. En el periodo de 2013 a 2020, se capturaron entre las 90
y 100 toneladas anuales, de acuerdo con la Carta
Nacional Pesquera.
En enero de
2021, el Centro para la Diversidad Biológica en México, una organización de
conservación sin fines de lucro, ingresó una
solicitud ante la Semarnat para que se considere la inclusión del pepino de
mar verrugoso a la lista de especies amenazadas enlistadas en la Norma
Oficial Mexicana (NOM-059), pero la solicitud no tuvo acogida.
La petición
señala que ha habido una reducción de un 50% de la población de pepino de mar
verrugoso en Baja California en las últimas tres generaciones, lo que abarca un
periodo de análisis de entre 12 y 15 años aproximadamente. También indica que
en California, Estados Unidos, la reducción es de un 30% y que el promedio de
disminución en todo su rango de distribución va de un 30% a un 40%.
Para Cathy
Valdez, jefa del Centro Regional de Investigación Acuícola y Pesquera (CRIAP)
Ensenada, la incorporación de la especie en la NOM-059 debería tener como
resultado la recuperación, pero se requiere un acompañamiento con labores de
inspección y vigilancia. Enlistarla allí
tendría un gran impacto en la economía de las comunidades pesqueras, por lo que
propone una recuperación comunitaria antes de incluirla en la norma.
“Son varios
factores, desde ecológicos, de manejo y también pesqueros. En los años 90 se
hizo una pesca indiscriminada del pepino de mar y eso llevó a un deterioro de
las poblaciones silvestres y a una menor disponibilidad del recurso. También
[hay problemas] con el manejo que se le ha dado y la pesca no regulada, no
registrada o la pesca ilegal también tienen gran participación de esta
disminución”, señala Valdez.
Estos
factores, aunados a los efectos del cambio climático en el mar y la alta
demanda del mercado, están mermando las poblaciones de pepino de mar y acabando
con su hábitat, de acuerdo con Carolina Navarrete, bióloga y encargada de
productos bentónicos en el CRIAP Ensenada.
En 2018, la Carta
Nacional Pesquera mostraba que el pepino de mar verrugoso estaba “aprovechado al
máximo sustentable” y recomendaba no incrementar el esfuerzo pesquero para
aprovechamiento comercial, que en aquel tiempo era de 26 permisos y 164
embarcaciones, de las cuales 100 estaban en Baja California.
Sin embargo,
se desoyó esta primera recomendación y para 2023 el esfuerzo pesquero ascendió
a 31 permisos y 272 embarcaciones autorizadas, de las cuales 178 corresponden a
Baja California, de acuerdo con Valdez.
·
Cultivar la
esperanza
Los primeros
intentos para cultivar el pepino de mar en México fueron en 2009. El Centro de
Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional en
Yucatán empezó a experimentar con las especies de pepinos del sureste de
México: el chispas de chocolate (Isostichopus
badionotus) y el pepino lápiz (Holothuria
floridana). En 2024, el Cicese inició las primeras investigaciones para el
cultivo de pepino de mar café y el verrugoso, especies del golfo de California
y del Océano Pacífico, respectivamente.
“Nosotros
concebimos la acuicultura como una herramienta auxiliar para contener el
deterioro de las especies porque tiene varias salidas posibles: una es producir
para comercializar, pero otra es producir para repoblar. Esas son las dos
vertientes importantísimas de la acuicultura, y el pepino es una especie muy
amenazada”, señala Barón.
El proyecto
de Cicese recibió un financiamiento del Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología (Conacyt) por tres años a partir de 2024 para iniciar un proyecto de
reproducción del pepino café. No obstante, uno de los obstáculos más grandes ha
sido obtener ejemplares de esta especie ya que al estar protegida, se requieren
permisos que son difíciles de conseguir.
En noviembre
de 2024, a través de una permisionaria, los científicos obtuvieron 57
ejemplares de pepino de mar café que actualmente están en el laboratorio. El
grupo de investigadores conformado por Barón, Zacarías y Beatriz Cordero ha
intentado obtener la autorización de la Conapesca para extraer anualmente 50
ejemplares de esta especie sin la necesidad de pasar por un intermediario que
cuente con un permiso de pesca, pero no han tenido éxito.
“Una forma de
cuidar una especie que está en un problema ecológico es promover la acuicultura
y suponíamos que sería sencillo, pero nos hemos enfrentado con que la autoridad
no discrimina para regular. Para ellos es lo mismo un centro de investigación
que una organización pesquera, entonces nos exige demasiado y se nos ha hecho
muy complicado obtener ejemplares de pepino café para trabajar”, señala Barón.
Mongabay
Latam, siguiendo con el protocolo de Conapesca, solicitó una entrevista con el
organismo, pero hasta la publicación de esta nota no se ha concretado.
Los
investigadores están actualmente estudiando la biología de los pepinos café y
ya empezaron a investigar al pepino verrugoso, gracias a que lograron obtener
ejemplares a través de la cooperativa Buzos y pescadores del Ejido Coronel
Esteban Cantú. Para ambas especies se están probando dietas y buscando los
parámetros físico-químicos adecuados para su cultivo.
La
experimentación en el laboratorio conlleva el riesgo de que cualquier cambio en
la dieta, en la temperatura del agua, en la iluminación, fallas en el bombeo de
agua o la presencia de parásitos u otros organismos pueden matar a todos los
ejemplares, como sucedió con un lote de juveniles del pepino verrugoso
reproducidos en el laboratorio.
“Debemos ser
muy cuidadosos con ellos porque sabemos que no vamos a tener más animales en el
resto del año”, dice Zacarías.
Tenían un
lote de 106 ejemplares de pepino verrugoso y habían logrado mantenerlos
estables durante un año. Inclusive trabajaron todo el ciclo de vida con éxito,
desde la fase adulta, la reproducción y los primeros días de la vida juvenil,
lo cual no han logrado con el pepino de mar café.
No obstante,
después de la reproducción, un copépodo —un pequeño crustáceo carnívoro—, se filtró
a través del agua de mar que el Cicese bombea de la bahía de Ensenada para
llenar los estanques. En un fin de semana este crustáceo acabó con miles de
larvas y juveniles, además de las microalgas que son el alimento de los pepinos
de mar en esa etapa.
Ese tipo de
situaciones son comunes durante la investigación y experimentación, aseguran
los expertos. Son procesos que demandan mucho tiempo, atención y dinero, puesto
que involucran a un equipo de especialistas para atender todas las necesidades
del cultivo, desde la alimentación, la tecnología, la fisiología y las
patologías.
El objetivo
del proyecto es controlar el proceso de cultivo del pepino de mar café y
verrugoso en un laboratorio y, posteriormente, abastecer de juveniles a las
cooperativas pesqueras que ya cuentan con permisos de captura para que
continúen criando a los organismos en condiciones de maricultura hasta su talla
comercial.
“Queremos
domesticar la especie y eso involucra el dominio total de su ciclo de vida. Que
se acostumbren al manejo bajo control humano total. Es el reto más complejo
porque implica adecuar o conocer muchas de las características ambientales que
te permiten mantenerlos a largo plazo”, señala Barón.
Además, el
cultivo del pepino de mar garantizaría una trazabilidad del producto que
difícilmente se consigue con la pesca silvestre en el contexto actual, explica
Valdez.
Hasta este
momento, ningún proyecto ha llegado al punto de producir semillas para hacer
repoblamiento. Sumado a la falta de financiamiento para aumentar las
capacidades en los laboratorios, las complicaciones legales para conseguir
ejemplares de pepino de mar café, y el largo ciclo de vida del pepino hace que
las investigaciones para dominarlo avancen lentamente. Sin embargo, las
expectativas son altas.
En un futuro,
los juveniles podrían ser utilizados por las cooperativas para acuicultura o
por el gobierno para repoblamiento, pero de lo que está seguro Barón es que
esta tecnología va a disminuir la presión que hay actualmente sobre el pepino
de mar.
“Probablemente,
el simple hecho de que se haga acuacultura baje la presión sobre los recursos
pesqueros y eso podría ser una solución parcial al problema sin necesidad de
repoblar, que es muy caro. Este modelo, y mucho de lo que hemos hecho en
materia de acuicultura, tiene origen en la academia, pero la idea es que permee
luego a la sociedad en entidades públicas, privadas o sociales”, señala el
investigador.
·
Impacto de la
ilegalidad en las comunidades
A 23
kilómetros del puerto de Ensenada se encuentra la cooperativa Buzos y
pescadores del Ejido Coronel Esteban Cantú, que se sostiene de la pesca de
erizo de mar y se apoya en el pepino de mar durante el periodo de veda.
Los 39 socios
salen a las bravas aguas de la playa Arbolitos, a unos siete kilómetros del
ejido, muy cerca del géiser marino conocido como La Bufadora, para obtener el
sustento de sus familias.
Hasta hace
unos años, la cooperativa realizaba recorridos de vigilancia para disuadir la
pesca ilegal, pero dejaron de hacerlo por el alto riesgo que implica.
“Desde que se
fundó la cooperativa hay un acuerdo de cuidar la zona. Antes estábamos bien
bravos. Las 24 horas cuidábamos porque había mucho pirata. Sorprendíamos a una
lancha, la amarrábamos, la remolcábamos, le hablábamos a los inspectores de
Conapesca o a la Secretaría de Marina y ellos se encargaban. Actualmente eso ya
no funciona, cambiaron las condiciones”, dice un integrante de la cooperativa
que prefirió no identificarse por temor a represalias. “Es peligroso acercarse
a las lanchas y mejor ya los dejamos porque está en riesgo la seguridad”,
asegura.
Derivado de
la presencia de pescadores ilegales, han perdido poder y gobernanza en su
propio territorio. Además, dado el temor y la falta de resultados de parte de
la Conapesca, han dejado de denunciar.
[1] [2] Hasta
2023, la Conapesca contaba con tres lanchas y 10 vehículos terrestres para las
labores de inspección y vigilancia en todo Baja California. Además de 17
Oficiales Federales de Pesca adscritos a la Dirección de inspección y
vigilancia.
Durante 2024,
la Conapesca tuvo el presupuesto ejercido más bajo desde 2016 a la fecha con 74
millones 584 mil pesos (4 millones de dólares aproximadamente) para labores de
inspección y vigilancia en todo el país.
La
cooperativa percibe que las autoridades han perdido presencia en el territorio
y eso ha sido un factor que ha contribuido a su crisis.
“El recurso
va en decadencia pues está sobreexplotado. Ahorita es un desorden y se
desmoraliza uno”, señala un socio de la cooperativa.
Pese a que no
tienen un escenario favorable, la cooperativa se mantiene optimista y coopera
con proyectos, como el de cultivo de pepino de mar, que representa una
esperanza para seguir dedicándose a la pesca.
“Hay
cooperativistas que me dicen que vendamos todo y repartamos el dinero, pero yo
les digo que no, que esto aún no se termina”, señala el integrante de la
cooperativa que prefirió mantener su anonimato por seguridad. Para él, todavía
hay esperanza. “Se puede hacer un cambio, pero necesitamos tener la voluntad de
hacerlo, por el bien de todos, porque si aquí no hay negocio con la pesca, se
acaba todo”.
*Este
reportaje fue seleccionado por la beca de Mongabay
Latam para contar historias de océanos, y publicado originalmente en Causa Natura Media y Mongabay Latam.
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