• Cuestión de Tiempo.
No me cabe duda de que algún
día llegarán tiempos en que el pueblo será lo suficientemente unido y fuerte
para levantar esas pestilentes coladeras cargadas de inmunidad y corrupción que
tanto daño nos han hecho.
Así es, llegarán tiempos en
que el pueblo podrá levantar esas abominables cloacas hoy convertidas en nidos
de inmoralidad, de perversidad y deshonestidad, en donde anidan muchas ratas de
cola larga.
Y qué diera el pueblo por ver
brotar desde esas putrefactas y purulentas entrañas, tanto estiércol, tanto
lodo y tanta podredumbre.
Maldita podredumbre que
apesta, que contamina, y que lamentablemente hoy amenaza con llevarse entre
esos ríos de excremento a nuestra juventud y nuestra niñez, y eso es lo que más
duele.
Pero el pueblo, a pesar de sus
desesperados gritos, se traga su impotencia viendo cómo el nepotismo, el
amiguismo y el compadrazgo, desde las más altas esferas, tejen sus
indestructibles redes de atrocidades, de maledicencias y de perversidades.
Y el pueblo sufre observando
cómo la evasiva, la excusa y la disculpa, cobijando la justificación y el
importamadrismo, suben y bajan escalones legislativos.
y a cambio sonríe, irónico y a
la vez preocupado, viendo cómo el subterfugio escarba más profundo el hoyo de
la murmuración respecto a la actuación de sus nuevos representantes ante las
cámaras ya sea alta o baja.
Pero desgraciadamente la
afrenta y el agravio se confabulan en medio de complicidades, mientras el
chisme, el rumor, y la habladuría, tienen como tema central el desconocimiento,
la incapacidad y la ignorancia.
En efecto, deja mucho que
desear la actuación de nuestras y nuestros flamantes diputados federales y
Senadores.
¿Por qué…?
Porque debutan en lo que
lamentablemente pareciera un circo saturado de graciosos arlequines, colmado de
bulliciosos bufones, pletórico de divertidos humoristas y atiborrado de cómicos
payasos.
Y nada está ocultó. Porque los
actores a la luz del día siguen con su farsa, como lo hace hoy Xóchitl Gálvez,
con sus indestructibles eslabones. Como lo hizo ayer Fernández Noroña, con sus
irónicas payasadas. Y antes Lucía Trasviña con sus groseras ofensas.
Por sí solos, y basados en sus
actuaciones, las y los diputados federales, lo mismo que los senadores, han
obligado a la burla, a la intriga, al rumor, al sarcasmo y a la hilaridad
pueblerina.
Y por consecuencia, por si
solos son los responsables de tender entre nosotros el puente del beneficio de
la duda.
Solo es cuestión de ver cómo,
y por enésima ocasión, algunas y algunos diputados federales, al igual que
senadores, han dejado constancia de su torpeza e ignorancia exhibiéndose
dormidos desde esa máxima y respetable tribuna; y cuando despiertan, lo hacen
solo para decir sandeces. O en su defecto han dejado en claro que ni siquiera
aprendieron a leer.
Es más, con estas actuaciones,
no solo dejan traslucir su insuficiencia, su incompetencia y su ineptitud, sino
que con ello provocan desconfianza y falta de credibilidad de parte del pueblo
en referencia a una noble, seria, respetable y honorable institución como es el
Congreso de la Unión.
Luego entonces, con esas
marrullerías solo nos dejan en claro que difícilmente están capacitados para
atacar ancestrales males y de profundas raíces, como lo es la corrupción y la
impunidad.
Y hay que dejarlo en claro,
nosotros, como pueblo, no queremos legisladoras y legisladores que se coloquen
una aureola en su frente y se persignen en señal de beatitud en aras de
alcanzar una ansiada canonización de la cual, según ellas y ellos pudieran ser
merecedores.
De ninguna manera.
Lo que deseamos son hombres y
mujeres que luchen por la construcción de generaciones sólidas, con ética y
virtudes, con excelencia y valores. Porque ese es el grito generalizado de los
millones de jóvenes y adultos mayores que ya votamos por ellas y ellos, y a los
que están obligados a dar respuestas.
En síntesis, lo que todos
queremos son legisladoras y legisladores valientes, que no se asusten de su
propia sombra, y que sean capaces de defender al pueblo de tantos monstruos que
lo atacan y lo siguen martirizando; y que además realicen compromisos solo con
el pueblo y para el pueblo.
Es decir, lo que deseamos son
diputadas y diputados lo mismo que senadores que no lleven a cabo actos vergonzosos
ni pactos infames; que no realicen alianzas degradantes ni negociaciones
familiares; que no estipulen convenios pueriles ni tampoco tratados
abominables; que no estipulen contratos afrentosos. Ni mucho menos acuerdos
políticos que lesionen más al pueblo.
Así es. Queremos diputadas y
diputados que no vayan dando tumbo tras tumbo, ni y tropiezo tras tropiezo; que
no vayan eslabonando desatinos y burradas; y que no vayan hilando estupideces,
he inventado pendejadas.
Es decir, legisladores que no
se dediquen a crear leyes insulsas e insustanciales; sino leyes duras en contra
de los bandidos de arriba y los delincuentes de abajo.
En fin, ojalá y la fuerza de
la inmoralidad, de la perversidad, de la inmunidad y de la corrupción, no sea
superior a la ignorancia de aquellos.
Porque de ser así, ese rio de
inmoralidad acabará con todos.
Cuestión de tiempo.