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Hoy es sábado, 20 de abril de 2024

En privado

• Maldita Impunidad.


La Impunidad es tan indigna y perversa, como son los hombres. A tal grado que es capaz de pasearse a plena luz del día por las oficinas donde la boga y el birrete dictan sentencia.

 

Es muy cierto. Y la impunidad produce un doloroso sentimiento de impotencia que duele profundamente a quien la sufre, y que por ende, hay ocasiones que mueve al ser humano a tomar la justicia por propia mano y convertir al inocente en culpable.

 

Y es tan cruel, que se burla y hace escarnio del dolor del desposeído deambulando por los pasillos donde los administradores de justicia suelen abrocharse la corbata. Y pernocta, por los siglos de los siglos en los archivos del olvido.

 

La impunidad, lo sabe el hoy gobernador, ha disfrutado de buenos sueldos, de prebendas, de canonjías; mientras su castigo, ha transitado por las noches en el sigilo de los cuartos menguantes y ha divagado como sombra invisible y con derecho a picaporte a la arbitrariedad, a la ilegitimidad, al exceso.

 

La impunidad, lo sabe Víctor Castro Cosió, en muchas ocasiones y con rostro de burla observó desde la tribuna, los desfiles patrióticos dedicados a quienes ofrendaron su vida por darnos libertad.

La Impunidad, --también lo sabe--, es una excepción de castigo o escape de la sanción que implica una falta o delito.

 

Y en cuanto al derecho internacional de los derechos humanos, se refiere a la imposibilidad de llevar a los violadores de los derechos humanos ante la justicia y, como tal, constituye en sí misma una negación a sus víctimas de su derecho a ser reparadas.

 

Además se ha definido como la inexistencia, de hecho o de derecho, de responsabilidad penal por parte de los autores de violaciones, así como de responsabilidad civil, administrativa o disciplinaria, porque escapan a toda investigación con miras a su inculpación, detención, procesamiento y, en caso de ser reconocidos culpables, condena a penas apropiadas, incluso a la indemnización del daño causado a sus víctimas.

 

También, la impunidad constituye una infracción de las obligaciones que tienen los Estados de investigar las violaciones, adoptar medidas apropiadas respecto de sus autores, especialmente en la esfera de la justicia para que las personas sospechosas de responsabilidad penal sean procesadas, juzgadas y condenadas a penas apropiadas, de garantizar a las víctimas recursos eficaces y la reparación de los perjuicios sufridos de garantizar el derecho inalienable a conocer la verdad y de tomar todas las medidas necesarias para evitar la repetición de dichas violaciones.

 

La impunidad, por sí sola encierra sinónimo de corrupción y conduce a los inocentes a las cárceles, mientras quienes la profesan gozan de entera libertad.

 

La impunidad, que suele tener como aliado el dinero, el fuero, o el poder, es enemiga acérrima de la honestidad y el derecho.

 

Y tiene pactos satánicos con la parcialidad, con el atropello y con la sinrazón.

 

Pero, lo peor de todo es que al paso de los años se ha convertido en un crimen de lesa humanidad, porque es un mecanismo que permite para los autores de violaciones a los derechos humanos ocultarse de la acción punitiva de la sociedad y a su vez, -frente a la falta de castigo-, se desarticula y aliena, producto del rechazo y resentimiento colectivo que generan las injusticias.

 

Por eso es imperativo que Víctor Castro Cosió, luche por infraccionarla, que haga hasta lo imposible por desarticularla, por reducir esa brecha de abusos que al amparo de ella se cometen.

 

La confianza del pueblo sudcaliforniano está depositada en esos principios y en él.

 

Porque ya lo dijo a sus oponentes y detractores en una ocasión desde el senado de la república.

“¿Saben qué? Ya el Senado no está para espectáculos, estamos para tomar medidas profundas, que vengan a sustituir lo que ustedes irresponsablemente dejaron”.

 

Y esa vez fue aún más lejos al decir:

“Allá están los crímenes, allá están los 43. Allá están las víctimas y ustedes encontraron una chicanada legislativa para encontrar el espectáculo”.

 

Fue cuando les sentenció: “Ya no van a hacer más espectáculo. El día de hoy México, con toda la responsabilidad de lo que hoy somos capaces de hacer, tendrá Fiscalía”.

 

Y continuó: “Hace unos días, aquí en este recinto, hoy que se rasgan las vestiduras, de verdad, porque encontraron eso, qué bueno, a estas horas de la noche les dijeron: “encuentren algo” porque hoy han quedado, de nuevo, clarísimas las posiciones”.

 

Enseguida, les habló también claro: “Los que quieren que continúe este país como estaba, pues saben qué, dense cuenta que este país cambió. Dense cuenta que se transformó”.

 

Y fue todavía más duro: “Están tratando con gente decente. Con gente que quiere que este cambio haya en el país lo que ustedes le negaron, lo saquearon, le robaron, les hicieron a esta nación el daño y todavía no están contentos”.

 

Luego con firmeza, sentenció: “Dentro de unas semanas este país, con Andrés Manuel López Obrador, va a transitar como el país de la justicia, de la igualdad, de la decencia que ustedes le negaron por muchos años”.

 

Y aquí dijo: “No va a haber ninguna oportunidad más para que la impunidad y la complicidad de ustedes, que se juntan hoy la triple alianza moderna, hoy la triple alianza moderna aparece con tratar de apagar lo que el pueblo reclama, el pueblo reclama justicia, paz con dignidad.

 

Entonces a modo de conclusión, reafirmó: “Eso tendremos”.

 

De no ser así, que hoy por hoy, la sociedad sudcaliforniana se lo demande.

 

Cuestión de tiempo.