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Hoy es jueves, 28 de marzo de 2024

Palabras para dejar la oscuridad; Emiliano Monge da a vida a su primera novela distópica

• Sus personajes se inspiran en los niños que vivieron en el orfanato de Mamá Rosa; ellos crearán el futuro del mundo

Palabras para dejar la oscuridad; Emiliano Monge da a vida a su primera novela distópica

CIUDAD DE MÉXICO.

¿Cómo sería el futuro de la humanidad si lo construyeran esos seres a los que actualmente se les ha cancelado el porvenir? Y si a alguien se le ha anulado el futuro en México, afirma el escritor Emiliano Monge (1978), es a los niños que están en un orfelinato; y, en particular, un hospicio como el de Mamá Rosa en Michoacán, “con todas las historias de abuso y de violencia que hubo ahí”.

A partir de esta reflexión, el narrador dio vida a su primera novela distópica, Tejer la oscuridad (Literatura Random House), cuyos protagonistas están inspirados en los testimonios de algunos de esos huérfanos cuando se descubrió la forma en que vivían, y en las entrevistas de los adultos que de niños estuvieron con Mamá Rosa.

Quería pensar un posible futuro partiendo de una serie de personajes a los que usualmente les tenemos negado el futuro. ¿Y si esos niños encerrados en esa burbuja fueran los únicos sobrevivientes de una hecatombe de la especie humana? ¿Cómo sería el porvenir en sus manos?, porque son los únicos que pueden imaginar algo completamente distinto”, comenta Monge en entrevista con Excélsior.

Definida por sus editores como la novela “más arriesgada y madura” de quien estudió Ciencia Política en la UNAM, Tejer la oscuridad es una distopía que “reinventa los mitos y desentraña la idea del individuo y la colectividad” en un ambiente desolado, bajo un calor agobiante y una geografía agrietada.

Es imaginar hasta dónde puede llegar la destrucción del ecosistema del medioambiente si se fractura la capa de ozono”, detalla el también catedrático.

Busco coordenadas nuevas de un libro a otro. Deseo pasar de las propuestas intimistas y sicológicas a las novelas sobre la violencia en México, después a lo autobiográfico y ahora a esto que tiene disparadores de ciencia ficción o utopía mitológica”.

Quien publicó su primer título de relatos, Arrastrar esa sombra, en 2007, y se estrenó en la novela dos años después, con Morirse de memoria, comenta que existen tres futuros en esta nueva propuesta literaria.

Son tres generaciones. En la segunda parte, los niños del hospicio se refugian en cuevas y después, salen con sus hijos a buscar, inspirados en historias precolombinas, una ruta para cruzar eso que era México y América Latina, llegar al mar y encontrar un mundo nuevo.

Durante la marcha, la huida, porque son perseguidos, su descendencia crece, se hace adulta y ellos son quienes alcanzan el mar después de recorrer un mundo devastado y reconquistan Europa”, afirma.

El autor de las novelas El cielo áridoLas tierras arrasadas y No contar todo destaca que el lenguaje es el personaje principal. “Siempre me ha importado mucho, pero esta vez intenté que fuera el protagonista, por eso hay 80 narradores, por eso se habla tanto de la escritura, del habla, de la lectura”.

Propone un libro escrito a través del tiempo para rescatar y compartir la memoria. “Es como encontrar una voz o un habla que nos pertenezca a todos. Ante tantas voces que narran, quise que no fueran tan distintas, porque todos buscan una que permita imaginar y pensar el mundo de otro modo”.

En la tercera parte de la novela, cuenta, son los nietos y tataranietos de los niños del orfanato quienes descubren cómo hacer una nueva humanidad.”

MEMORIA Y ESPERANZA

 

Monge confiesa que Tejer la oscuridad hurga en un tema recurrente. “Es la memoria, la memoria colectiva, la personal, la familiar, la de los pueblos originarios, no sólo como elemento del pasado, sino también como una posibilidad de futuro. A lo mejor el futuro está en el pasado y hay que volver en lugar de ver hacia adelante. No confiar en el desarrollo lineal”.

El autor de La superficie más honda revalora al pueblo nómada que éramos, al acto de migrar, de huir. “El sedentarismo ocupa dos por ciento del tiempo, 98 por ciento de nuestra historia hemos sido nómadas. Y en ese dos por ciento hemos destrozado todo”.

El narrador confiesa que le sorprendió el final esperanzador de la historia. “Es una apuesta porque el lenguaje pueda romper nuestros problemas originales, nuestra idea de tiempo, el espacio, la convivencia, todo lo que nos ha marcado. Quizá la respuesta está en construir un lenguaje distinto, multisensorial, espacial. Es la primera vez que me permito que la literatura construya un escenario tan nítido”.

La primera parte de la novela transcurre entre los años 2029 y 2033, lo demás aparece sin fechas, como si el calendario que conocemos hubiera perdido sentido; en cambio, son las coordenadas geográficas las que importan, las que indican desde qué lugar los escritores comparten sus recuerdos apelando a su mitología propia, basada en historias como el Popol Vuh, el Chilam Balam y La visión de los vencidos.

Monge quiso dar una sorpresa a sus lectores. “No tengo un mapa trazado y no he podido pensar en mis libros como si fueran una cosa conjunta. Busco hacer algo tan distinto como sea capaz, pero creo que todos se parecen más de lo que yo quisiera. Aunque tengan un caparazón o un esqueleto distinto, al final creo que la carne y la piel que les pongo es la misma. Pero no tengo una ruta, siempre deseo sorprender al lector”.