· ¡Qué tiempos aquellos! · Lloridos
Con todo mi amor a mi niña,
Mayra Alejandra García Martínez, en su cumpleaños. ¡Muchas felicidades mi
niña!, que el Señor te siga prodigando con sus bendiciones.
Hace dos años, en diciembre de
2017, viví una experiencia que me intrigó que hoy comparto con ustedes; un
sábado por la noche decidí ir pal Aguajito con el “Prieto” Sosa, a pegar una
caminada; recién me habían entregado (donado) unos aparatos auditivos nuevos en
el Club de Leones, y quería escuchar de nuevo el “aletear” de las palomas
pitahayeras, así que al día siguiente ¡fierros! pal Aguajito; un cartón con
mandado, un tibor de 200 litros con agua, hielo, verdura y una bolsa con ejotes
tiernos de frijol de urimón que me habían mandado de Boca de la Sierra; le pedí
a una de mis hermanas que me preparara chile colorado para guisar los ejotes en
el rancho; acomode en el respaldo del asiento el .22, y a las siete de la
mañana agarré camino; al entrar a la brecha saqué el rifle, lo cargué y recosté
en el asiento, iba solo; hora y media de “brecha” sin ver nada, ni liebres;
llegué al rancho cerca de las diez de la mañana, bajamos el agua, hielo,
mandado, la verdura, el bote con chile colorado preparado y la bolsa con
ejotes; le pedí al “Prieto” que los preparará con arroz blanco para el
mediodía; en cuanto me desocupe decidí dar una vuelta para la “antena” a ver si
me “botaba” un “hijuelachingada”, subí agua y ¡fierros!, tal vez serían cerca
de las once de la mañana, el “Prieto” apenas se andaba preparando para la
ordeña, habían bajado tarde las vacas, así que me pidió que recogiera una leña
que me tenía; un poca en la cañada del “entramado” y la otra al entrar a la
vereda que va pa’ la “tinaja de la vieja”.
Al bajar la cañada del
“entramado” --cerca del rancho--, a un lado del camino, allí estaba la leña
estibada, la mayor parte de palo colorado y unos cuantos leños de palo blanco,
muy buena leña, me “apié” del carro y la subí, siempre era bastante, como dos
cargas, y seguí “brechando” a ver si divisaba algo hasta llegar a la “entrada”
de la verada que va a la “tinaja de la vieja”; sobre el tronco de un ciruelo, a
un lado del camino, otra estiba de leña; la subí al carro, leña de uña de gato,
maciza, y seguí en dirección a la “antena” para hablar para mi casa desde el
filo de un acantilado donde entra la señal del celular; me fume un cigarro
revisando los cañones y decidí regresar, ya estaba haciendo hambre; de regreso
sin novedad, nada de nada, ni siquiera “juellas”, llegue al rancho donde
estaban colando café, me serví un vaso --que después repetí-- con espuma de
leche, baje un poco de leña mientras pegaban los últimos “hervores” los ejotes
y el arroz blanco; comí ejotes guisados con chile colorado y arroz blanco, no
me gusta ponerle queso a los ejotes excepto limón y tortillas de maíz; comimos
como a las tres de la tarde, para mí un buen platillo, descansé un rato y a las
cinco de la tarde anuncié mi regreso; el “Prieto” bajo un par de quesos del
zarzo, le pedí una mata de albahaca orgánica que tenía sembrada en un balde
viejo que a su vez me había pedido mi señora para trasplantarla y tener en casa
para cuando preparara lasagna; llene mi baso termo de café y le pedí croquetas
para dejarle a los perros del “Ciruelo” y agarré brecha.
De regreso me vine casi a
vuelta de rueda, camelando entre el monte cualquier movimiento de ramas o
palos, hasta casi llegar al “Ciruelo”, un kilómetro antes, donde en medio de un
arroyito me apié para orinar; estaba orinando cuando escuche un “llorido” como
de niño y me quede “pajareando”, al rato otra vez y otra vez, nunca había
escuchado algo así, no eran bramidos, chillidos ni gruñidos, sino como un
llorido de niño. No le di mucha importancia pensando que podía ser el aparato
auditivo y seguí, cien metros más adelante, sobre la rodada del carro, estaba
una piedra que parecía cuchillo, me baje para quitarla del camino pensando en
una “ponchada”, cuando de nuevo escuche el extraño “llorido” dos veces más, me
subí al carro y seguí, ciento cincuenta metros más adelante se encuentra el
rancho del “Ciruelo”; me “apié” del carro para dejarle las croquetas a dos
perros que “pululan” allí; para mi sorpresa, los perros que ya me conocen ni se
inmutaron, tenían la vista fija sobre la brecha por donde venía, orejaban y
olfateaban, no ladraban; les deje las croquetas, les eche agua y retome la
brecha.
Sobre el camino me vine
reflexionando y preguntándome que podían ser los extraños “lloridos” que había
escuchado, pensado que podía ser un “espanto”; algo similar me había sucedido
un mes después de la muerte de mi mamá; había salido a caminar por la zona de
la “agua de las palomas”, andaba con Isidro Ruiz y Ángel Gajón, ellos
decidieron “peinar” la zona de las “tetas de cabra” y como a mí me gusta caminar
solo, decidí darle por el “agua de las palomas”; todavía andaba muy
“achicopalado” y triste por la muerte de mi mamá, y la traía gravada en la
mente y mi corazón, como me conocía que soy atrabancado, me recomendaba que
cada vez que saliera pal monte me fijará bien donde pisara, que tuviera mucho
cuidado con las víboras, que siempre llevará agua y cerillos y sobre todo, que
tuviera mucho cuidado con el arma. En aquella ocasión, recordando a mi mamá, me
senté en el filo de un cantil para revisar, desde arriba, las hondonadas y
cañadas; recosté la 30/30 en el tronco de un pequeño torote, saque un cigarro,
estaba ido, pensado en nada, cuando se pronto se sentó un cenzontle sobre el
brazo de un palo adán y comenzó a cantar; de inmediato ligué la tierna escena
con mi mamá que se estaba comunicando conmigo, se me rodaron las lágrimas, se
me hizo nudo la garganta y sentí que me desplome, estuve a punto de llorar.
(Siempre que recuerdo esta escena se me ruedan las lágrimas y me da mucha
nostalgia), estuve sentado sobre el filo del cantil casi una hora y me levante
sin ánimo, con la vista y la mente perdidas; fui el primero en llegar donde
habíamos dejado el carro, y me senté a fumar todavía con la garganta echa nudo
y la boca reseca.
Al día siguiente, ya en esta
ciudad, le platique a don Tacho Saiza, un viejo amigo, de los venaderos de
antes, lo que me había pasado y sin más me dijo que los “lloridos” eran de un
“lión” (puma); le comente al “Vidorria” Manríquez y me dijo lo mismo, que era
un “lión” (puma), que al “Quiviru” Ruibal, cuando se perdió en la “tinaja de la
vaca” un día y una noche y salió en el kilómetro 100, también toda la noche que
camino escuchó el mismo “llorido”, y como caminó sin detenerse toda la noche la
“libró” de ser atacado por un “lión” (puma); también le platique a Víctor
Guluarte del “llorido” que había escuchado y sin más me contestó, era “lión”
tocayo, yo los he escuchado varias veces y sé que así hacen los “liones”, que
bueno que no te metiste al monte a investigar qué era, porque allí te habría
”caído”, me dijo.
El domingo que fue pa’ San
Juan de arriba, al internarme en el cañón me acorde de ese pasaje, iba solo y
no llevaba armas más que un cuchillo, me habían invitado a comer chico y
“chanfaina o patagorrilla” de chivo, guisada con chile colorado y aceitunas. No
me tocó ver nada excepto una manada de burros mesteños siendo que es territorio
del borrego cimarrón; después de comer y tomar café emprendí mi regreso donde
tomé un par de fotos que anoche mismo subí a mi muro en el feis; esa misma
tarde, Christian, mi hijo mayor, que nos visitó el fin de semana, tomó su vuelo
a Guadalajara donde trabajada desde hace más de seis meses, obligado a pedir su
cambio porque aquí, en su tierra, lo tenía bloqueado el anterior delegado del
IMSS, Francisco Javier Bermúdez Almada, al negarle toda posibilidad de ascenso,
eso sí, echó mano de un ex juez local, que goza del peor prestigio y
reputación, Roberto Ascencio, para impulsarlo en el área jurídica de la
delegación del IMSS en BCS. ¡Échense ese trompó a la uña!. Para cualquier
comentario, duda o aclaración, diríjase a abcdario_@hotmail.com