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Hoy es sábado, 11 de mayo de 2024

Cartas de amor de músicos

El título, publicado por el sello Turner, es definido por el antologador como 'una guía por la psique' de los compositores más innovadores de la historia; la primera misiva data de 1778, y la última de 1931

Cartas de amor de músicos

CIUDAD DE MÉXICO.

“¿Acaso el amor puede consistir en otra cosa más que sacrificios, exigencias de todo y nada? ¿Acaso puedes cambiar el hecho de que tú no seas enteramente mía, ni yo enteramente tuyo? ¡Oh, Dios, contempla la hermosa naturaleza y tranquiliza tu ánimo respecto a lo inevitable! El amor lo exige todo y con pleno derecho: a mí para contigo y a ti para conmigo. Sólo que olvidas tan fácilmente que yo debo vivir por ti y por mí…”, escribió Ludwig van Beethoven el 6 de julio de 1812, en una carta incendiaria a una enigmática “amante inmortal”, que es recuperada en el libro Cartas de amor de músicos.

Este volumen compila numerosas cartas amorosas de compositores universales como Wolfgang Amadeus Mozart, Joseph Haydn, Robert Schumann, Frédéric Chopin, Franz Liszt, Richard Wagner, Piotr Tchaikovski y una veintena más de creadores, reunidas por el compositor y director de orquesta Kurt Pahlen, que acaba de ser traducido al español, bajo el sello de Turner, y ya circula en las librerías mexicanas.

Veinticuatro horas después de aquella misiva, Beethoven agregó una segunda parte a la carta que dirigió a su “amante inmortal” -que pudo ser Josephine von Brunsvik-, a quien definió como “Mi ángel, mi todo, mi yo” y le expresó el dolor de la distancia:

En el lecho ya, se agolpan mis pensamientos acerca de ti, mi amada inmortal; tan pronto alegres como tristes, a la espera de que el destino quiera escucharnos.

Sólo puedo vivir o enteramente contigo o por completo sin ti. Sí, he resuelto vagar en la lejanía hasta que pueda volar a tus brazos en sentirme en un hogar que sea nuestro, pudiendo enviar mi alma al reino de los espíritus envuelta en ti. Sí, por desgracia así ha de ser…”.

Esta misiva es apenas un guiño de lo que contiene el libro Cartas de amor de músicos que, de acuerdo con Kurt Pahlen, éstas pueden ser vistas en dos direcciones: erupciones deslumbrantes que emanan del volcán y amenazan con estallar en su cima o tímidas epístolas que calculan pros y contras sin dejar aflorar ningún apasionamiento. pero sin perder su autenticidad.

No sé si en la presente recopilación aparecen cartas ‘inauténticas’. No lo creo. Más bien me parece que se reproducen sólo manifestaciones espontáneas... y esto parece avalar los sentimientos que se exponen”, apuntó.

La compilación hace un recorrido cronológico por las misivas que escribió Mozart, desde 1778, hasta la última que se compila de Alban Berg en 1931; es decir, en sus páginas recorren poco más de 150 años de historias y sentimientos que viajaron en papel, pero sin intentar “penetrar en la esfera íntima de los compositores”, aclaró Pahlen.

Sin embargo, creo que precisamente las cartas aquí presentadas permiten penetrar en la vida emocional de extraordinarias naturalezas creativas, lo que puede resultar de ayuda para una mejor comprensión de sus obras. Hay que buscar a la persona detrás de la obra que ha creado con sufrimiento o alegría, con tormento o felicidad. Porque entonces la obra nos hablará con doble intensidad”, añadió.

Y, aunque reconoció que la selección de las cartas es tan subjetiva como fragmentaria, la consideró “una guía por la psique, a veces infinitamente complicada, de personas inusuales”, a pesar de que en nuestros días el ejercicio de la carta de amor podría estar casi extinto.

“¿Acaso se escriben todavía (cartas de amor) en la época de los ordenadores, de los vuelos espaciales y de la investigación genética?”, anotó Pahlen. “Abrigo la ligera sospecha de que así sigue sucediendo, e incluso que un día -¡terrible idea!- podrían volver a ponerse de moda”… ¿Cuántas se estarán escribiendo justo en el instante en el que el amable lector esté leyendo las que reúne este libro?

“Nadie puede arriesgarse a decirlo. Pero creo que, de todo lo que existe en nuestro mundo, sólo hay una cosa que nunca será trasnochada ni pasará de moda: el amor. Y con ello tampoco la frase que, escrita o no, subyace a todo mensaje de amor: “Te amo”.

DESEO Y ANHELO

 

El primer capítulo del libro recupera las cartas que Mozart destinó a Aloysia Weber y a su hermana Constanze, que a la postre se convertiría en su esposa. En ese apartado, el compilador reconoce que no es posible saber cuántas misivas dirigió el compositor austriaco a otras receptoras, “pero no cabe descartarlo, ya que el compositor andaba casi siempre enredado en líos de faldas”, quienes más tarde serían calificadas por su viuda como criadas.

Y aunque aclaró que en la historia de la música se valora casi siempre muy mal a Constanze, por su frivolidad y superficialidad, el antologador aclaró: “Queremos defender claramente a Constanze, no porque ocultemos o neguemos sus posibles defectos, sino por el hecho incontestable de que Mozart fue feliz con ella y que su mutuo amor no disminuyó hasta el último aliento de Wolfgang”.

Uno de los mejores argumentos a su favor, anotó, fue que, a su lado, Mozart compuso un número casi inabarcable de grandes obras maestras, desde El rapto en el serrallo hasta Las bodas de Fígaro y Don Giovanni, además de divinas obras sinfónicas y música de cámara concluyendo con La flauta mágica y el inacabado Réquiem.

A continuación, un fragmento de la cariñosa, delicada y humorista misiva que Mozart le remitió a Constanze el 13 de abril de 1789:

Queridísima mujercita, ¡si por lo menos ya hubiera recibido una carta tuya! Si pudiera contarte todo lo que hago con tu querido retrato, sin duda te reirías a menudo. Por ejemplo, cuando lo saco de su estuche y digo: ‘¡Que Dios sea contigo, mujercita Stanzerl! Que Dios sea contigo, gamberro; enredador-burlón-fantasioso-traga-y-aprieta’.

Y cuando vuelvo a guardarlo, lo dejo ir resbalando poco a poco, y repito una y otra vez ¡Nu-Nu-Nu-Nu! Pero con la intención que este conjuro requiere y con el último, rápido: ¡buenas noches, ratoncilla, duerme bien!”.

Y un fragmento más que escribió el 8 de octubre de 1790, desde Frankfurt, casi un año antes de su muerte:

Queridísima y amadísima mujercita, si pudieras ver en mi corazón descubrirías la pugna entre el deseo, el anhelo de volver a verte y abrazarte enfrentado al sueño de llegar a casa con mucho dinero.

A menudo tuve la idea de viajar más lejos; pero cuando quise obligarme a tomar esta resolución se me ocurrió cuánto me arrepentiría si me separase de mi querida esposa por un lapso incierto e incluso infructuoso… Sin duda que aquí soy famoso, admirado y apreciado; pero la gente es todavía más tacaña que en Viena…”.

Cartas de amor de músicos fue publicado originalmente en 1994 e incluye algunas misivas entre Robert Schumann y Clara, donde se observan las turbulencias de su amor, así como de otros grandes de la música, como Peter Cornelius, Antonin Dvořák, Nikolai Rimski-Kórsakov, Giacomo Puccini, Gustav Mahler, Claude Debussy y muchos más.