Diario El Independiente
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Hoy es viernes, 26 de abril de 2024

Gran tribuna

• Cuando hay crisis como la actual, la herencia son cambios en todos los órdenes • Y de momentos difíciles les recreo un cuento con matices de realidad • Conversaciones con el diablo Jesús Chávez Jiménez Los fenómenos naturales que estamos padeciendo nos dejarán aparte de todos sus daños, paradójicamente una herencia positiva. De .hecho ya la empezamos a disfrutar. Y esta es el despertar de conciencias en los asuntos políticos. Hoy la idea general es acabar con el uso abusivo de los recursos públicos. El fin de generación espontánea de fortunas de candidatos ganadores y perdedores se acerca. Aquí en la entidad es fama pública el enriquecimiento explicable de los perdedores que da la impresión que jugaron para ganar dinero, no poder, y sus riquezas son tan evidentes que en tiempo de crisis después de ser pobres políticos hoy son los principales empresarios inmobiliarios y agiotistas connotados que son tan pobrecitos que solo tienen dinero. Y esto lo ve la gente en especial los vecinos de los flamantes edificios y conjuntos residenciales que son propiedad de los nuevos ricachones. Pues esto se acaba. Aparte de que es un clamor nacional de que ya no existan partidas estratosféricas para que las derrochen los políticos hay una marcada vigilancia ciudadana que a través de las redes estarán al pendiente que esto ya no suceda. Creo que este cambio que nos dan las tragedias deben de extenderse también a un I cambio de actitud ciudadana. Y este debe darse en la exigencia de que se hagan bien las cosas en lo que se refiere a la obra pública y privada. Ya no deben de construirse ataúdes en pueblos y ciudades que ante eventos como estos sismos se pierden vidas. Y a veces, por desgracia familias completas. Ya no más irregularidades en este tipo de cosas. Y también ya no más derroche. • Y de momentos difíciles les recreo un cuento con matices de realidad Dios es justo. Créanmelo, lo digo con fundamentos. Y hago mía esa coloquial expresión, de que ahorca pero no mata. Y qué bueno que sea así. ¿Porque digo esto? Porque lo viví en carne propia. Corrijo: lo vivimos miles de comundeños en los finales de los setentas. Dios nos castigó con dureza. Nos mandó la plaga del hambre. Esta es la más dañina de todas las que existen en esta faz de la tierra. En las mesas de pobres y ricos no había que comer, los precios del algodonero, del cártamo, del trigo, habían sufrido duros embates por movimientos económicos internacionales. El dinero voló. Los agricultores no tenían con que pagar a sus trabajadores. Y estos, los más pobres adecuaron sus formas de vida a la carencia. Era común tomar solo un tecito de canela. O un café negro. Y a mediodía un tentempié de salsa y frijolitos. Y el hambre mordía los estómagos y las esperanzas colectivas. Así fue casi seis meses. Y cuando la desesperanza se mezclaba con la desesperación, empezaron a llegar las cosas buenas para remediar ese castigo divino. Lo primero que entro para regocijo de todos, fue un programa presidencial que tenía como objetivo dar trabajo a todas las familias que así lo quisieran. Y este, consistía hacer un camino a punta de pala, de azadones, de sudor y de ganas de comer. Y para eso, había que trabajar. Esta vía empezaba desde Insurgentes. Y concluía, en el puerto Adolfo López Mateos. Y la paga era generosa y además permitía que toda la familia le entrara a la chamba. Poco a apoco la suerte fue cambiando; los ingresos de esos trabajos se empezaron a notar, a la par del avance de la obra, las cosas volvían a la normalidad, después los mercados internacionales sonrieron de nuevo a los productos agrícolas del valle. Y otra vez el dinero empezó a circular en todos los sectores. De nuevo la compra de carros del año, los famosos relojes Rolex. También de nuevo los viajes a Disneylandia con toda la familia y de nuevo las zonas de tolerancia, las ínsulas del placer, El Balalaika, el Molino rojo y la Conasupo empezaron a brillar de noche. Y sobre esta Jauja se dio un hecho que nadie esperábamos. Y déjenme que les cuente: era el 23 de diciembre de 1970 cuando despegó del aeropuerto de la ciudad de Tijuana un avión bimotor, Cesna 8 plazas. Y su plan de vuelo era Tijuana- Cabo San Lucas. Los tripulantes eran José Hinojosa Mercado y Pedro Vega Almaraz. Ellos llevaban un baúl color plomo con más de veinte millones de dólares. Era un cargamento que tenían que entregar ese día, por la tarde, en el puerto a al capitán del barco “don Pablito” Y éste a su vez les entregaría el barco Y más de 10 toneladas de cocaína pura. Todo hasta las 11 de la mañana de ese día marchaba sobre los rieles de la normalidad. Al cruzar Mulegé pueblo. Casi en las faldas de la Sierra de la Giganta, José Hinojosa el piloto pidió una cerveza a Pedro " quiero refrescarme el gaznate dámela" Este hizo lo propio. Y el viaje sigue: la nave se carga un poco el pacífico abajo está la misión de San Javier un oasis hermoso como un atractivo de ese viaje por la media península. Al terminar de saborear ese ambarino néctar, el piloto revisa los instrumentos, los niveles, checa la distancia, la altitud, todo en su normalidad y no terminaba de decir eso cuando de pronto escucho un fuerte estallido en la cola del avión y se sorprende - escuchaste eso_- le pregunta a su acompañante: si, este le contesto pasó pero no, pero no creo que sea algo grave, añadió. Diez 10 minutos más tarde, se escucha otro golpe más fuerte ahora en la parte de abajo, cerca del fuselaje. Y ahora así, el avión sufrio un descenso importante pero la pericia del piloto lo volvió a su nivel y sigue el vuelo y cuando se pasó por Santo Domingo. El piojillo o mejor dicho, la colonia Hidalgo, de nuevo otro ruido más fuerte todavía Y ahora se añade una cortina de humo que cubrió la visibilidad del avión. Los esfuerzos del piloto, por ubicar las causas de los desperfectos de la nave fueron infructuosos. Y a la par, la altura se empezó a perder. Y de ahí ya fueron minutos de pánico, angustia e incertidumbre entre los dos pasajeros. Ya no había control, la suerte de ambos estaba echada A la media hora todo era desolación y muerte. La nave se había estrellado en un paraje ubicado entre Villa Hidalgo, Ramaditas y a unos 15 kilómetros a la carretera a Puerto San Carlos. Esa escena era horrible, estaban ahí los dos cuerpos destrozados. Y a unos cuantos metros de ellos, estaba ese baúl, abierto por el impacto, repleto de dólares. El viento, ese frio viento del Valle, frio de diciembre, que cala hasta en los recuerdos, hizo su labor y empezó a desparramar, por el desierto los miles y miles de billetes de cien dólares, creando una sábana verde mezclada, entre las Choyas, Las Biznagas los Palo Adanes, toda la flora que se cubrió de verde en tiempos de estío. El ruido de la caída del avión llamó la atención de los habitantes de esas comunidades que raudo y veloces acudieron a la cosecha de billetes. Una zafra que alcanzo el resto de diciembre y parte de enero. Adiós crisis. Todavía a cuatro décadas de esa caída de vez en cuando en ese desierto se encuentran billetes descoloridos, trozos de ellos y ahí está todavía una mancha negra de aceite. • Conversaciones con el diablo La historia no acaba aquí. En San Lucas, el barco don Pablito, espero y espero. Y a los días el capitán decidió ir a Ensenada a vender la carga blanca. No llego muy lejos. En Bahía Tortugas la muerte les llego de una lancha rápida. Fueron masacrados a punta de metrallas. El barco cambio de tripulación. Nadie supo que paso con el barco y los tripulantes. Sólo se supo que a los veinte días aparecieron paquetes de Cocaína. Eran tantos que los beisbolistas pintaban el cuadro con ese polvo maldito. Y en un rincón del Restaurant Mal Arrimo, en Guerrero Negro, está colgada. Una madera con una leyenda: Don Pablito me despidió, diciendo que para Dios, no hay imposibles. Nos ama en las bonanzas. Y nos castiga, para que no olvidemos nuestro origen; en las vicisitudes. Y en las crisis...Y con esto nos despedimos deseando lo mejor que es la vida misma. Y no olviden hagan el bien y sean Felices



 

Los fenómenos naturales que estamos padeciendo nos dejarán aparte de todos sus daños, paradójicamente una herencia positiva. De .hecho ya la empezamos a disfrutar. Y esta es el despertar de conciencias en los asuntos políticos.

 

Hoy la idea general es acabar con el uso abusivo de los recursos públicos. El fin de generación espontánea de fortunas de candidatos ganadores y perdedores se acerca. Aquí en la entidad es fama pública el enriquecimiento explicable de los perdedores que da la impresión que jugaron para ganar dinero, no poder, y sus riquezas son tan evidentes que en tiempo de crisis después de ser pobres políticos hoy son los principales empresarios inmobiliarios y agiotistas connotados que son tan pobrecitos que solo tienen dinero. Y esto lo ve la gente en especial los vecinos de los flamantes edificios y conjuntos residenciales que son propiedad de los nuevos ricachones. Pues esto se acaba.

 

Aparte de que es un clamor nacional de que ya no existan partidas estratosféricas para que las derrochen los políticos hay una marcada vigilancia ciudadana que a través de las redes estarán al pendiente que esto ya no suceda. Creo que este cambio que nos dan las tragedias deben de extenderse también a un I cambio de actitud ciudadana.

 

Y este debe darse en la exigencia de que se hagan bien las cosas en lo que se refiere a la obra pública y privada. Ya no deben de construirse ataúdes en pueblos y ciudades que ante eventos como estos sismos se pierden vidas. Y a veces, por desgracia familias completas. Ya no más irregularidades en este tipo de cosas. Y también ya no más derroche.

 

·        Y de momentos difíciles les recreo un cuento con matices de realidad

Dios es justo. Créanmelo, lo digo con fundamentos. Y hago mía esa coloquial expresión, de que ahorca pero no mata. Y qué bueno que sea así. ¿Porque digo esto? Porque lo viví en carne propia. Corrijo: lo vivimos miles de comundeños en los finales de los setentas. Dios nos castigó con dureza. Nos mandó la plaga del hambre.

 

Esta es la más dañina de todas las que existen en esta faz de la tierra. En las mesas de pobres y ricos no había que comer, los precios del algodonero, del cártamo, del trigo, habían sufrido duros embates por movimientos económicos internacionales.

 

El dinero voló. Los agricultores no tenían con que pagar a sus trabajadores. Y estos, los más pobres adecuaron sus formas de vida a la carencia. Era común tomar solo un tecito de canela. O un café negro. Y a mediodía un tentempié de salsa y frijolitos. Y el hambre mordía los estómagos y las esperanzas colectivas.

 

Así fue casi seis meses. Y cuando la desesperanza se mezclaba con la desesperación, empezaron a llegar las cosas buenas para remediar ese castigo divino.

 

Lo primero que entro para regocijo de todos, fue un programa presidencial que tenía como objetivo dar trabajo a todas las familias que así lo quisieran. Y este, consistía hacer un camino a punta de pala, de azadones, de sudor y de ganas de comer. Y para eso, había que trabajar. Esta vía empezaba desde Insurgentes. Y concluía, en el  puerto Adolfo López Mateos. Y la paga era generosa y además permitía que toda la familia le entrara a  la chamba.

 

Poco a apoco la suerte fue cambiando; los ingresos de esos trabajos se empezaron a notar, a la par del avance de la obra, las cosas volvían a la normalidad, después los mercados internacionales sonrieron de nuevo a los productos agrícolas del valle. Y otra vez el dinero empezó a circular en todos los sectores. De nuevo la compra de carros del año, los famosos relojes Rolex.

 

También de nuevo los viajes a Disneylandia con toda la familia y de nuevo las zonas de tolerancia, las ínsulas del placer, El Balalaika, el Molino rojo y la Conasupo empezaron a brillar de noche. Y sobre esta Jauja se dio un hecho que nadie esperábamos. Y déjenme que les cuente: era el 23 de diciembre de 1970 cuando despegó del aeropuerto de la ciudad de Tijuana un avión bimotor, Cesna 8 plazas. Y su plan de vuelo era Tijuana- Cabo San Lucas. Los  tripulantes eran José Hinojosa Mercado y Pedro Vega Almaraz. Ellos llevaban un baúl color plomo con más de veinte  millones de dólares. Era un cargamento que tenían que entregar ese día, por la tarde, en el puerto a al capitán del barco “don Pablito”  Y éste a su vez les entregaría el barco Y más de 10 toneladas de cocaína pura.

 

Todo hasta las 11 de la mañana de ese día marchaba sobre los rieles de la normalidad. Al cruzar Mulegé pueblo. Casi en las faldas de la Sierra de la Giganta, José Hinojosa el piloto pidió una cerveza a Pedro " quiero refrescarme el gaznate dámela" Este hizo lo propio. Y el viaje sigue: la nave se carga un poco el pacífico abajo está la misión de San Javier un oasis hermoso como un atractivo de ese viaje por la media península.

 

Al terminar de saborear ese ambarino néctar, el piloto revisa los instrumentos, los niveles, checa la distancia, la altitud, todo en su normalidad y no terminaba de decir eso cuando de pronto escucho un fuerte estallido en la cola del avión y se sorprende - escuchaste eso_- le pregunta a su acompañante: si, este le contesto pasó pero no, pero no creo que sea algo grave, añadió.

 

Diez 10 minutos más tarde, se escucha otro golpe más fuerte ahora en la parte de abajo, cerca del fuselaje. Y ahora así, el avión sufrio un descenso importante pero la pericia del piloto lo volvió a su nivel y sigue el vuelo y cuando se pasó por Santo Domingo. El piojillo o mejor dicho, la colonia Hidalgo, de nuevo otro ruido más fuerte todavía Y ahora se añade una cortina de humo que cubrió la visibilidad del avión.

 

Los esfuerzos del piloto, por ubicar las causas de los desperfectos de la nave fueron infructuosos. Y a la par, la altura se empezó a perder. Y de ahí ya fueron minutos de pánico, angustia e incertidumbre entre los dos pasajeros. Ya no había control, la suerte de ambos estaba echada A la media hora todo era desolación y muerte. La nave se había estrellado en un paraje ubicado entre Villa Hidalgo, Ramaditas y a unos 15 kilómetros a la carretera a Puerto San Carlos. Esa escena era horrible, estaban ahí los dos cuerpos destrozados.

 

Y a unos cuantos metros de ellos, estaba ese baúl, abierto por el impacto, repleto de dólares. El viento, ese frio viento del Valle, frio de diciembre, que cala hasta en los recuerdos, hizo su labor y empezó a desparramar, por el desierto los miles y miles de billetes de cien dólares, creando una sábana verde mezclada, entre las Choyas, Las Biznagas los Palo Adanes, toda la flora que se cubrió de verde en tiempos de estío.

 

El ruido de la caída del avión llamó la atención de los habitantes de esas comunidades que raudo y veloces acudieron a la cosecha de billetes. Una zafra que alcanzo el resto de diciembre y parte de enero. Adiós crisis.

 

Todavía a cuatro décadas de esa caída de vez en cuando en ese desierto se encuentran billetes descoloridos, trozos de ellos y ahí está todavía una mancha negra de aceite.

 

·        Conversaciones con el diablo

La historia no acaba aquí. En San Lucas, el barco don Pablito, espero y espero. Y a los días el capitán decidió ir a Ensenada a vender la carga blanca. No llego muy lejos. En Bahía Tortugas la muerte les llego de una lancha rápida. Fueron masacrados a punta de metrallas.

 

El barco cambio de tripulación. Nadie supo que paso con el barco y los tripulantes. Sólo se supo que a los veinte días aparecieron paquetes de Cocaína. Eran tantos que los beisbolistas pintaban el cuadro con ese polvo maldito.

 

Y en un rincón del Restaurant Mal Arrimo, en Guerrero Negro, está colgada. Una madera con una leyenda: Don Pablito me despidió, diciendo que para Dios, no hay imposibles. Nos ama en las bonanzas. Y nos castiga, para que no olvidemos nuestro origen; en las vicisitudes. Y en las crisis...Y con esto nos despedimos deseando lo mejor que es la vida misma. Y no olviden hagan el bien y sean Felices