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Hoy es lunes, 29 de abril de 2024

En privado

• Maldita Impunidad. • Es muy cierto y hoy por hoy se reafirma.


En aquellos viejos tiempos, la perversidad, la apatía y la indolencia, con gran cinismo se sentaron en los mullidos sillones de los jerarcas administrativos de los gobiernos.

 

Eso por un lado. Porque por el otro, en cuanto al poder legislativo y en un claro contubernio, las y los diputados se sentaron en la curul de la suerte, del fuero, el ocio, la dieta, y sobre todo el nefasto importamadrismo.

 

Y todos, sin excepción alguna, se cubrieron con la coraza de la arrogancia, de la presunción, de la soberbia.

 

Fue entonces que con argumentos pobres y sin fundamento, las y los diputados, hicieron de la tribuna el reducto del discurso veleidoso y el confín de la oratoria ficticia, convirtiéndose en cómplices del desaseo y en protectores de la corrupción.

 

Así es. Porque el despilfarro, el cinismo y la perversidad, hacían su agosto desde la gran mayoría de las arcas de las administraciones municipales, y cuyo saqueo, era cubierto con aquella sucia cobija de los legisladores.

 

Fue quizás por todo esto que aquel jueves 27 de mayo de 2021, firme y tajante, Víctor Castro Cosío dijo: en mi administración no habrá impunidad.

 

Y es que muy probablemente Víctor Castro sabía que la impunidad, es pariente cercana del amiguismo y del compadrazgo.

 

Y seguramente no ignoraba que al igual que el nepotismo, son sinónimos de corrupción.

 

Además, en aquel entonces como candidato a la gubernatura pudo tener la certeza de que la impunidad, duele, lastima, hiere, y produce a quien la sufre, encontrados sentimientos de impotencia.

 

Por otro lado, Víctor Castro Cosió, supo también que la impunidad lacera con heridas que no sangran, pero que sí dañan el alma.

 

Y no dudo que el ahora gobernante tuvo la corazonada de que la maldita impunidad, les pega a los pobres donde más les duele: el estómago.

 

Y por supuesto que jamás olvidaría que en ocasiones la impunidad vulnera lo más preciado: la libertad.

 

Tal vez por eso fue que, en esa ocasión, sin titubeos y desde su postura como candidato de Morena, Víctor Castro Cosío dejaría en claro su postura:

 

“En mi administración no habrá impunidad”.

 

Y muy seguramente lo dijo porque sabe que la impunidad conduce a quien la padece a su más cruel estado de indefensión.

 

O quizás porque sabe que la impunidad es un doloroso sentimiento de impotencia al grado de que en ocasiones promueve al ser humano a tomar la justicia por propia mano y convertirse en un delincuente, justamente igual que aquellos que profesan la impunidad.

 

Y es que, --lo dije en una entrega anterior--, la Impunidad, profanando la lámpara de Diógenes, muchas veces se ha paseado a la luz del día por las oficinas donde la boga y el birrete dictan sentencia.

 

Más aun, Víctor Castro Cosió, sabe que la impunidad, se ha burlado y ha hecho escarnio del dolor del desposeído cuando cínicamente deambula por los pasillos donde los administradores de justicia suelen abrocharse la corbata.

 

Y no ignora que la impunidad, ha pernoctado, por los siglos de los siglos en los archivos del olvido, de la postergación.

 

Lo peor es, que la impunidad ha disfrutado de buenos sueldos, de prebendas, de canonjías; mientras su castigo, ha transitado por las noches del cuarto menguante como sombra invisible, y con derecho a picaporte a la arbitrariedad, a la ilegitimidad, al exceso.

 

En síntesis, la maldita impunidad, ha observado con rostro de burla desde la alta tribuna, los desfiles patrióticos y revolucionarios, dedicados a quienes ofrendaron su vida por darnos patria y libertad.

Vamos, la impunidad, señor gobernador, que encierra sinónimo de corrupción, conduce a los inocentes a las cárceles, mientras ella goza de entera libertad, lo mismo que de prebendas y canonjías.

 

Y desgraciadamente, la impunidad, que ha tenido como aliado el dinero, el fuero, y el poder, es enemiga de la honestidad, pero tiene satánicos pactos con la parcialidad, con el atropello y con la sinrazón.

 

Y lo peor de todo es que en muchas partes del mundo, se ha convertido en un crimen de lesa humanidad.

 

¿Por qué?

 

Porque es un mecanismo que permite para los autores de violaciones a los derechos humanos ocultarse de la acción punitiva de una sociedad y a su vez, -frente a la falta de castigo-, se desarticula y aliena, producto del rechazo y resentimiento colectivo que generan las injusticias.

 

Por eso es imperativo que desde ese poder conferido por el pueblo, Víctor Castro Cosió luche por infraccionarla, por desarticularla, por reducir la brecha de abusos que al amparo de ella se cometen.

Y de no ser así, que la sociedad sudcaliforniana se lo demande.

 

Cuestión de tiempo.