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Hoy es viernes, 29 de marzo de 2024

Esta época aterradora es propicia para la poesía: Enzia Verduchi

• Enzia Verduchi sostiene que esta pandemia nos ha llevado a “un ejercicio de repensarnos como sociedad, como mundo. Buscar hacia dónde vamos.

Esta época aterradora es propicia para la poesía: Enzia Verduchi

Ciudad de México. Es un tiempo propicio para la poesía; es importante leerla para sentir lo que somos, dice la poeta y editora Enzia Verduchi, quien se adjudicó la Presea a la Excelencia Literaria 2020, otorgada por la Agrupación para las Bellas Artes (Apalba), con sede en Sonora.

Es lo íntimo. La poesía es el reflejo de todo nuestro amor, nuestras aspiraciones y nuestros temores, también. Cuando uno lee a W. H. Auden y su poesía sobre la Segunda Guerra Mundial, o de Paul Celan, ves que ellos pudieron expresar el miedo o el terror de una época, pero también la esperanza. Ese es el trabajo de la poesía, dice la escritora a La Jornada.

Verduchi (Roma, 1967) menciona: si preguntan de manera práctica ¿para qué sirve la poesía?, no sirve para mucho y sirve para todo. Salva vidas, te reconecta, te hace sentir que eres humano nuevamente, que hay algo ahí y te hace ver la dimensión del hombre en la tierra.

La entrega del reconocimiento a la trayectoria literaria, que han recibido poetas y narradores como Marco Antonio Campos, Silvia Molina, Elsa Cross, Efraín Bartolomé, Vicente Quirarte y Minerva Margarita Villarreal, se realizará el próximo viernes a las 13 horas a través de la página de Apalba en Facebook.

Estoy muy sorprendida y al mismo tiempo agradecida. La lista de los homenajeados a lo largo de los 12 años de la asociación es impresionante. Estoy muy emocionada, refirió la autora del poemario Nanof (2019).

Enzia Verduchi sostiene que esta pandemia nos ha llevado a “un ejercicio de repensarnos como sociedad, como mundo. Buscar hacia dónde vamos. En lo personal, me ha permitido leer mucho, como no lo hacía hace años. Antes estaba muy preocupada trabajando en mi creación literaria y en hacer libros. Leía por mi trabajo, pero ahora lo disfruto y tengo tiempo para reflexionar sobre lo que estoy leyendo, y cruzar la información con otras fuentes.

“En abril y mayo, yo me bloqueé. Estaba aterrada. Me di cuenta de mi fragilidad como ser humano. Subía a ver la calle desde la azotea y me decía ‘ahora mi único trabajo es sobrevivir, ver cómo hago para no enfermarme y no enfermar a los míos’.”

En torno a Nanof, Verduchi sostiene: “de alguna manera estoy haciendo lo que hizo Fernando Oresti Nanetti (el protagonista del libro) en su momento: cuando lo recluyeron en el siquiátrico empezó a hacer un libro de la vida tatuado en la pared, a contar todo lo que sucedía en el hospital de Volterra e inventar una tabla periódica de los elementos alterna. También hubo un acto creativo.

“Yo había trabajado mucho en ese libro, había tratado de entender de todas las formas al personaje real, pero nunca me imaginé que iba a pasarme algo parecido. Ahorita estoy escribiendo sobre este asunto que tiene que ver con esa inmediatez, con este sistema completamente desigual.

Hay un sector que tiene que seguir y no ha parado durante la pandemia porque si no el mundo no se mueve. Hay que seguir produciendo alimentos básicos. Existen quienes pueden resguardarse en su casa, tienen Internet y pueden trabajar a través de una computadora; en cambio, otro no cuenta con acceso para poder trabajar o tomar clases, a veces ni siquiera con televisión. Esa es la gente que sigue moviendo al país, los que siguen en el campo, pescando o están en los supermercados.

Menciona que en la actualidad el ritmo del mundo va cambiando y te das cuenta que lo que para ciertas culturas se había convertido en un problema que no sabían tratar, como la migración, de pronto les hace ver su importancia, la de todos: todos somos importantes y prescindibles al mismo tiempo.

Relata que ahora trabaja con el tema de las migraciones. Tiene que ver con los sueños de los que migran a otras partes y de los que se quedan. De alguna manera, los sueños de los que se quedan están sustentados en los que se van, por ejemplo, a trabajar a Estados Unidos, o de África a Europa. Es el asunto de los traslados, los sueños y el cruce y enriquecimiento de culturas, de la experiencia de ser migrante.

Antes, menciona Verduchi, estábamos preocupados por nosotros y nuestro pequeño círculo familiar, y de pronto esto nos hace frenarnos y pensar en todos: si yo no me cuido, si no uso tapabocas, si no me lavo las manos, la persona que viene del súper la puedo enfermar o me puede ella enfermar. Es un trabajo de comunidad. Tenemos que volver a aprender a convivir.

Además, hemos tenido que volver a retomar algo que habíamos olvidado: la conversación. Estamos todo el día encerrados y hemos tenido que volver a hablar, incluso con los nuestros. Creo que es terrible lo que está pasando, pero también tiene un lado positivo: bajar el ritmo, volver a comunicarse, a usar la palabra, a creer y darle su peso a la palabra escrita y hablada.