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Hoy es jueves, 2 de mayo de 2024

Édgar Mena, devoto de la poesía como juego

• El poeta mexicano recrea en Miel para los rebaños el cuerpo femenino, la infancia y el símbolo del agua como liturgia y erotismo

Édgar Mena, devoto de la poesía como juego

 

CIUDAD DE MÉXICO.

El encuentro con el cuerpo femenino, que es presencia y ausencia al mismo tiempo, el oleaje de la infancia y el símbolo del agua como liturgia y erotismo son algunos de los elementos que componen Miel para los rebaños, el poemario más reciente del mexicano Édgar Mena (1978). En entrevista con Excélsior, el autor da cuenta de los engranajes de este libro, así como del arte poético y sus influencias.

Casi siempre escribo el mismo poema, es decir, un texto interminable que suena en mi cabeza y que, de a poco, intento dibujar. Muchos de los versos de Miel para los rebaños, sobre todo los escritos a una tercera persona del posesivo (su), están inspirados en algunos poemas que leía cuando era joven; por ejemplo, Mascarón de prosa, de Francisco Hernández, quien también utilizaba este recurso, hablándole a alguien con respeto, como si fuera un vasallo que le escribe a su señora”, explica el vate.

 

Este recurso me pareció interesante y también me propuse escribir de esta manera. Representan una figura inabarcable, una presencia femenina que es todas y quizá ninguna; un eterno femenino”, reconoce.

 

Miel para los rebaños se sustenta de dos pilastras: la métrica y la imagen. En cuanto a la primera, Mena confiesa que “cuando era joven intentaba hacer poesía con métrica y combinaba estructuras. Luego, las lecturas me dieron otra lección y comprendí, creo, que la poesía se construye desde otro lado, con otros recursos; sin embargo, el oído se me quedó acostumbrado a escuchar el ritmo de los heptasílabos y los octosílabos”.

 

Agrega que Tomás Segovia, mediante rigurosos ejercicios, “nos hacía notar los endecasílabos en poemas de Gilberto Owen que, desde nuestra inexperiencia, estaban escritos en verso libre; sin embargo, él nos educaba el oído y nos decía que no, que ahí había un endecasílabo en medio de todos los versos, el cual tenía un propósito específico.

Desde entonces, me gusta esa estrategia, meter algún verso medido entre toda la maraña, con miras a lograr un ritmo, una melodía. En la primera parte de Miel para los rebaños es más clara esta tentativa; la segunda tiene una estructura más libre, más conversacional”, explica.

En cuanto a las imágenes, muchas de ellas referentes a la claridad, el agua (sobre todo el mar y su oleaje), la miel, la mañana, el bardo afirma que “pienso en el agua como un elemento purificador, de renacimiento; casi todas las imágenes que construyo con el agua tienen un propósito religioso”.

Ganador de los premios de poesía José Emilio Pacheco, Casa del Lago y Punto de Partida, Mena ha publicado hasta ahora Alivio de los puertosCántaro y Soy de tus manos. Entre este último título y Miel para los rebaños (Tabaquería Libros) pasaron ocho años. Al preguntarle sobre el largo tiempo que dejó pasar entre uno y otro, señala que sus actividades no le permiten escribir como él quisiera.

Soy de tus manos tuvo una génesis similar. Tardé ocho años, en los que pude conjuntar los pocos poemas que contiene. Un día surgió la oportunidad de publicarlo, con la anuencia de Iván y Héctor Baca (en Cuadrivio), y no lo pensamos más.

 

Actualmente, tengo muy poco tiempo para leer y escribir, es por ello que tardé tanto. Siempre pienso que ya no escribiré más, pero cuando menos lo pienso ya tengo algunos archivos en mi computadora; un día ya son demasiados y valoro si vale la pena publicarlos”, narra.

 

MUJER E INFANCIA

Escindido en dos estaciones poéticas, Luna pastora y El mástil de la infancia, dos aspectos son trascendentales en este libro: la mujer y el ir hacia la niñez. “La primera parte es muy lírica. Es un solo poema que le habla a una mujer desde un sentido religioso, sumiso, como el héroe que depone sus armas por su dama. El epígrafe de Owen, un cuarteto de Madrigal por Medusa, traza una ruta, pues algunos aspectos del mito de Perseo y Medusa aparecen como pequeños destellos”, asegura.

 

La segunda, prosigue, es más conversacional y aparece otra de las situaciones comunes en sus poemas, habla de la infancia. “Pienso que hay algo de soledad en quien va creciendo, cuando intentas comprender el mundo. Sólo que mi mirada está en los recuerdos de mi infancia, en la niebla, en las historias que me contaba el abuelo que, a decir verdad, son mis dos abuelos. Ocurre algo raro en mi memoria, pero yo fusiono las vivencias con mis abuelos paterno y materno, los vuelvo uno cuando escribo”, añade.

El lector de poetas como Alí Chumacero, Owen, José Luis Rivas, Jorge Esquinca, Edmond Jabès, Raúl Zurita y Georges Schehadé es docente de literatura en el CCH Naucalpan y editor de Almendra, editorial de esta institución.

“Para mí la poesía es un juego y creo firmemente en ello, por lo que trato de enseñar la poesía y en general la literatura como si fueran un juego para que los alumnos se interesen. El juego es mi forma de motivar a los estudiantes a que se acerquen a la literatura y, en particular, a la poesía”, concluye.