• Crece cifra de víctimas y dimensión de daños. Afecta sobre todo a adolescentes y jóvenes
Ciudad de México. El infierno para Patricia empezó hace un año:
lo que se iniciaba como una relación amorosa se transformó en
una pesadilla de ansiedad, miedo y vergüenza que arruinó su vida.
Conoció a un chico encantador y
poco a poco se sintió atraída por él. Todo parecía marchar con normalidad:
salidas al cine, a bares, a largos paseos, siempre solos. Hasta que un día
recibió mensajes de desconocidos que intentaron extorsionarla. Le pedían 30 mil
pesos a cambio de no divulgar un video donde te someten como a una puta.
Confiada en que no existía tal material,
Patricia no le dio importancia al mensaje. Días después, de nuevo por Whatsapp,
le enviaron un video de un encuentro sexual en el que se reconoció. No daba
crédito, no tenía idea de en qué momento habían obtenido esas imágenes.
La pesadilla comenzaba. Los intentos de
extorsión subieron de tono; la amenazaron con hacer públicos los
videos –eran varios– y con ello causarle daño ante conocidos, en su
entorno laboral y hasta con sus familiares.
En medio de la angustia y con el paso de los
días, se dio cuenta de que quien había violentado su intimidad era su pareja
quien videograbó varios de sus encuentros sexuales, al parecer con una cámara
que habría activado desde su smartwatch, que nunca se quitaba.
Lo que descubrió después la dejó atónita e
impactó aún más su autoestima: el extorsionador era él. Orquestó todo un plan
para seducirla y aprovecharse de su éxito profesional, pues ocupaba un puesto
directivo con salario alto. Patricia se culpabilizó de haber caído en una
trampa así. Me sentía una pendeja que se dejó seducir y utilizar. Me sentía
sucia y llegué a creer que era una puta. Esas palabras calaban hondo en mi
cabeza.
Los mensajes eran cada vez más violentos. Ya
no sólo por celular, sino también por mail y redes sociales. Rompen su vida en un clic
Vivía con miedo, avergonzada y no se atrevía
a denunciar. Como no cedió a la extorsión, vino lo peor. Comenzó a recibir
llamadas y mensajes de desconocidos interesados en sus servicios. Su ex
pareja difundió en redes sociales, páginas de citas y en grupos de
Whatsapp la versión de que Patricia era trabajadora sexual. Eso la hundió más.
Dejó de ir al trabajo para evitar posibles juicios sociales y burlas, pensando
que cualquiera o todos podían conocer la historia. Sus dos mejores amigas
insistían en que denunciara, pero tenía vergüenza, sobre todo porque conocía
muy poco de su ex amante (sólo sabía su nombre, la universidad en la que se
graduó, sus gustos musicales y cinematográficos, que era hijo único, pero no
más, ni siquiera sabía dónde vivía).
Tras un tiempo de reflexión, acudió ante las
autoridades, pero ahí fue revictimizada, juzgada y la hicieron sentir culpable
de lo sucedido. Un año después no hay resultados y ella tuvo que cambiar su
número de celular, cerrar sus redes sociales, renunciar a su empleo y hasta
dejar la ciudad.
Aún vive con miedo y, en ocasiones, el
insomnio la acongoja. Ha construido una barrera infranqueable y desde entonces
rechaza a todo hombre que se le acerca; y hasta pensar en sexo me asquea.
La historia de Patricia es uno de cientos de
ejemplos de la violación a la intimidad y a datos personales de carácter sexual
que son considerados sensibles por el Instituto Nacional de
Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai).
Todos están expuestos
El comisionado presidente del Inai, Francisco
Javier Acuña, detalló que todas las personas están expuestas a este tipo de
violencia, ya sea con el sexting o del abuso de confianza.
Explicó que en el sexting hay
un consentimiento mutuo de intercambio de contenido sexual, sobre todo
personal, como un juego de seducción, mientras en otros casos se trata de
imágenes o videos obtenidos sin el conocimiento de una de las dos partes.
En ambos casos, alertó, siempre hay riesgos
para que esos datos personales sensibles puedan ser difundidos, por
lo que recomendó el autocuidado a fin de no ser víctima de este delito, que
ahora es sancionado en varias entidades del país hasta con 12 años de prisión,
tras la aprobación en 16 estados de país de la llamada ley Olimpia.
De acuerdo con diversos estudios sobre el sexting,
hay una cantidad considerable de menores de edad que han practicado este
intercambio, lo que para Acuña los vuelve aún más vulnerables debido a que
pueden estar más expuestos.
Se calcula que 15 por ciento de los
adolescentes a escala mundial han sexteado con gente que no han visto en persona.
Lo mismo han hecho 13 por ciento de los jóvenes.
Además, 39 por ciento de los chicos de 13 a
19 años y 59 por ciento de los de 20 a 26 han enviado contenido de carácter
sexual personal a sus parejas mediante dispositivos electrónicos.
También 48 por ciento de los adolescentes y
64 por ciento de los jóvenes aceptaron haber recibido mensajes sexuales de
parejas o amigos. Un juego de seducción puede transmutar en una eterna
ansiedad. Oralia vive así desde hace cuatro años. Tuvo una bonita
relación y le excitaba mucho enviar imágenes sensuales de ella a su
pareja. El chico amaba ese contenido y siempre pedía más y más.
Era una forma de hacer fuerte nuestra
relación. Era una prueba de que nos amábamos. Me encanta mi cuerpo y me
encantaba seducirlo.
Después concluyeron su relación en buenos
términos y siguieron siendo amigos. Sin embargo, la nueva pareja del chico
descubrió en la galería de su celular esas fotos. “Armó un escándalo, hasta me
vino a buscar y me amenazó que las haría públicas. Hasta ahora no ha pasado,
pero he vivido casi dos años –desde esas advertencias– con ese miedo Me acusó
de todo, de puta no me bajó”.
Crear conciencia
De acuerdo con Acuña, la aprobación de
la ley
Olimpia es un avance para evitar más casos como los de
Patricia y Oralia –sus nombres han sido cambiados por protección–, a la vez,
explicó que desde hace varios meses el Inai ha emprendido campañas con el fin
de que la gente tome conciencia de la importancia de proteger sus datos personales,
sobre todo los sensibles, como son los de carácter sexual.
Oralia termina la charla telefónica con risas
nerviosas. La verdad es que ya no intercambio fotos así, aunque es algo
que me gusta mucho. Ahora me cuido más. Ahora mis juegos de seducción son más
en privado, frente a frente.