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Hoy es jueves, 2 de mayo de 2024

El día que le robaron el oro a Carlos Girón en Moscú

• La vida del medallista mexicano está en vilo, pero la actuación del clavadista en los JO de 1980 son una muestra de que él no sabe darse por vencido

El día que le robaron el oro a Carlos Girón en Moscú

 

Ciudad de México

 

Carlos Girón debutó en los Juegos Olímpicos en la edición de Múnich 1972. Tenía 17 años, y en aquel entonces, era una ilusión de la Escuela Mexicana de Clavados que comenzó al final de los años 20 con los hermanos Mariscal, pero largo sería el viaje para llegar a su destino.

 

Tenía seis años cuando Juan Botella se hizo medallista en el trampolín de Roma 1960; presea que pudo ser de oro, pero un error en la última ronda lo bajó del escalón más alto del podio. En ese entonces Girón ya era un prospecto serio de las infantiles del Instituto Mexicano del Seguro Social cuando Álvaro Gaxiola ganó la plata en la plataforma en México 1968, superado solamente por el italiano Klaus Dibiasi.

 

Cuando se conformó la delegación mexicana que competiría en Múnich, Girón obtuvo su clasificación en las dos pruebas clásicas de los saltos: el trampolín de tres metros y la plataforma de diez. Fueron años de transición en la disciplina que había cobrado popularidad gracias a la extraordinaria carrera de Joaquín Capilla: bronce en Londres 1948; plata en Helsinki 1952 y oro y bronce en Melbourne 1956.

 

Dueño de una inteligencia sobresaliente, sería un puente de una tradición mexicana imitada por China al final de los años 70, cuando la Revolución se preparaba para integrarse al programa olímpico.

 

Las albercas de la Unidad Morelos y de la Unidad Cuauhtémoc de IMSS (y muchas más en toda la República Mexicana) se llenaron de niños y jóvenes que anhelaban un premio centroamericano, panamericano u olímpico. Girón representa esa época de esplendor de un deporte que daría varias satisfacciones al público mexicano al final del siglo XX y en el alba del XXI. Entrenado por Jorge Rueda, el muchacho logró clasificarse a las finales de las justas alemanas. Octavo en la plataforma; noveno en el trampolín, falló su mejor clavado. En esa edición, el boxeador Alfonso Zamora fue el único atleta mexicano premiado: plata, en el peso gallo.

 

La élite de los clavados mexicanos aprovechó las instalaciones del Centro Deportivo Olímpico de México para perfeccionar las empíricas lecciones de Rueda y otros entrenadores de alto rendimiento. Carlos Girón consiguió de nuevo su calificación para formar parte de la delegación mexicana que competiría en el punto más combativo de la Guerra Fría: Montreal 1976. Vendrían ocho años de boicots. Carlos volvió a las finales y la historia se repitió, quedó lejos de las medallas. Daniel Bautista, oro en los 20 kilómetros marcha, fue el único mexicano con presea.

 

Incansable, regresó a los entrenamientos. Había obtenido oro y bronce en los Juegos Panamericanos de México 1975 y ganaría plata y bronce en los de San Juan 1979. La Unión Soviética invadió Afganistán en ese 1979, y en 1980, Estados Unidos declaró que no asistiría a la justa veraniega de la capital soviética el año siguiente. La política se entrometió en la ruta olímpica. La URSS devolvería la ofensa cuatro años después, en Los Ángeles.

 

Girón llegó a Moscú como favorito para ganar el oro en el trampolín. Sin competencia estadunidense era el más sobresaliente del continente americano. Su rival más sólido era el soviético Aleksandr Portnov, quien logró la segunda posición en las pruebas de clasificación donde el mexicano avanzó como primero.

 

En la última ronda de las finales, Portnov falló dramáticamente su evolución y, por instantes, se creyó que Girón era, por fin, campeón olímpico. Una extraña decisión de los jueces permitió que repitiera su clavado con el argumento de que el público lo había distraído, una medida localista. En el segundo intento, realizado de manera magistral, Portnov arrebató la presea dorada al tricolor.

 

En su segunda prueba en Moscú, en la plataforma de 10 metros, obtuvo el cuarto lugar.

 

Tuvo fuerza suficiente para calificarse a los Juegos de Los Ángeles. Doce años en el nivel más exigido del deporte le dejaron en claro que el tiempo había pasado inclemente. Disminuido, muy lejano de aquel joven de Múnich se clasificó a la final del trampolín en la que terminó en el último lugar.

 

Hace 40 años, en la piscina de Moscú, Carlos Girón fue una esperanza cumplida. Las siguientes generaciones de medallistas lo tuvieron como referencia de entrega, disciplina y voluntad, todo un ejemplo a seguir.

 

Un clavado es un tiempo volando sobre el espacio. Sin conocer su destino, Carlos ya no tiene prisa por caer al agua. Ya vuela sobre el viento.