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Hoy es lunes, 29 de abril de 2024

Retrato hablado: Nikola Tesla, genio de luz perpetua

CIUDAD DE MÉXICO. Yo nací exactamente a medianoche, no tengo cumpleaños y nunca lo celebro. Decía Nikola Tesla, inventor que hizo posible la transmisión inalámbrica de energía, la corriente alterna, la radio, el motor

Retrato hablado: Nikola Tesla, genio de luz perpetua

CIUDAD DE MÉXICO.

Yo nací exactamente a medianoche, no tengo cumpleaños y nunca lo celebro. Decía Nikola Tesla, inventor que hizo posible la transmisión inalámbrica de energía, la corriente alterna, la radio, el motor de inducción, el alternador y el control remoto, entre otras innovaciones; mucho tiempo excluido de la historia oficial y del reconcimiento, este año se conmemora el 160 aniversario de su natalicio.

Este físico e ingeniero eléctrico, que entre sus múltiples rarezas soñó con dar energía libre a la humanidad, declaraba en el artículo Mis inventos (1919), relato autobiográfico fundamental para entenderlo, que “el desarrollo progresivo del hombre depende vitalmente de la invención; es el producto más importante de su cerebro creativo. Su propósito último es el dominio completo de la mente sobre el mundo material, el aprovechamiento de las fuerzas de la naturaleza para las necesidades humanas”. Él así lo intentó. Sin importar manías u obsesiones, fracasos personales o la supuesta conspiración que lo dejó fuera del éxito comercial —Edison, fue siempre su rival; Marconi, capitali- zó sus patentes sin otorgarle mérito; Westinghouse costruyó su compañía con algunas de sus principales innovaciones y J. P. Morgan, lo abandonó—, Tesla ayudó a convertir  EU en una nación industrial innovadora y poderosa. Si Edison fue un innovador de su tiempo, Tesla estaba proponiendo el futuro. “Es sorprendente cómo un nombre que está en la base de nuestra civilización tecnológica hubiera desaparecido. Yo creo que es fundamental todo el esfuerzo, no sólo para darlo a conocer como un personaje histórico sino como alguien que está muy vivo y presente hoy en día en nuestras vidas”, afirma Miguel A. Delgado (Oviedo, 1971), investigador y especialis- ta en Tesla, autor de sendos ensayos incluidos en los libros Yo y la energía yFirmado: Nikola Tesla. Escritos y cartas, 1890-1943. “Cuando lees sus cartas y te dejas llevar por sus confesiones, ves un ser humano total. Capaz de una gran ternura. Es un personaje que acabas sintiendo muy cercano. Que tiene una parte, yo creo, que a cualquiera que tenga inquietud por la creación, da igual que sea a través de la ciencia o el arte o lo que sea, encuentra un ejemplo tremendamente inspirador en Tesla a pesar de su aparente fracaso. Y digo aparente porque utilizamos sus inventos. Y un inventor está vivo en sus creaciones, si las usamos y funcionan. Tesla es alguien capaz de ser secretamente inspirador”, agrega el también autor de la novela Tesla y la conspiración de la luz (2016), ucronía donde transforma la historia del científico para aventurarse en plantear cómo sería la realidad si algunas de sus ideas más importantes se hubiesen realizado. Debut y despedida Nikola Tesla llegó a Estados Unidos en 1884. Acompañado de una carta de recomendación dirigida a Edison, en la que se afirmaba: “conozco a dos grandes hombres y usted es uno de ellos. El otro es este joven”. Tesla comienza a trabajar al segundo día de su llegada. Nikola ya había impresionado trabajando para las subsidiarias de Edison en París y pasó de agradar al inventor estadunidense a provocar su recelo y luego, su total desacuerdo. Tesla trabajó para Edison Machina Works en Nueva York sólo seis meses. A partir de entonces serán siempre rivales, principalmente en la llamada guerra de las corrientes que culmina en la flamante exposición universal de Chicago de 1893, el triunfo de la corriente alterna de Tesla y la oportunidad de trabajar en la generación de energía en las Cataratas del Niágara. Sorteando las diferentes crisis económicas en las que caía (no era un hombre práctico y falló al proteger sus intere- ses mientras otros hicieron fortuna con sus inventos) y los persistentes intentos inmorales de Edison por des- prestigiarlo, aun valiéndose del engaño y el asesinato, Tesla experimenta con la energía de alta frecuencia y logra crear la primera iluminación con luz neón, toma la primera radiografía e ilumina el primer foco sin conexio- nes alámbricas. Todo en la década de 1890. El inventor de origen serbio pasó en tan sólo diez años, del éxito y la aceptación social, de ser para la opinión pública norteamericana “nuestro más destacado ingeniero eléctrico”, a ser olvidado y despreciado o peor aún, a ser públicamente denunciado, como se escribió en un artículo de 1903: “hace diez años, si a la opinión pública de este país se le hubiese pedido que nombrara al ingeniero eléctrico más prometedor, la respuesta habría sido sin duda Nikola Tesla. Hoy en día su nombre provoca pena, en el mejor de los casos”. La clave para su descenso, apunta Miguel A. Delgado, llegó años después “cuando tuvo que abandonar sus trabajos en la torre de Wardencliff, epicentro que consideraba piedra ángular en los experimentos por la energía inalámbrica, en la primera década del siglo XX. A partir de ahí, abruptamente se hace un hueco de más de un siglo en el que nadie retoma sus ideas, nadie las trabaja y explora, hasta tal punto que no se ha logrado replicar los resultados que Tesla obtuvo en 1899, cuando logró encender varias lámparas enterradas en la tierra con energía que recibían de manera inalámbrica a través del suelo, de un generador que estaba a varias millas de distancia. No deja de ser sorprendente que eso que consiguió Tesla no se haya retomado en ningún momento”. "No es lo mismo el Tesla de las primeras décadas de su vida, un hombre pletórico de fuerza inventora, que el de los últimos años, un personaje lleno de  problemas mentales, que cae en obsesiones y manías y un poco acaba siendo la caricatura del científico loco”. Aura mística El pequeño Niko vino al mundo la madrugada entre el 9 y el 10 de julio de 1856, en la aldea montañosa de Smiljan (entonces parte del imperio austrohúngaro, hoy Croacia), bajo el estruendo de una gran tormenta, según cuenta la leyenda familiar. Su padre era un sacerdote ortodoxo que esperaba que su heredero siguiera el mismo destino; y su madre, una mujer de inventiva que, confiesa Tesla, fue de quien adoptó el carácter y la curiosidad creativa. Al final convencería a su padre de estudiar ingeniería pero nunca perdería su pensamiento místico. Tesla fue uno de los prime-ros en investigar las ondas electromagnéticas, su colega y contemporáneo, John Stone, enfatiza: “Hizo más por despertar el interés y hacer comprender de forma inteligente estos fenómenos en los años 1891-1893 que ningún otro”. Dotado de una imaginación y memoria excepcionales, cuenta cómo a los tres años descubrió la electricidad acariciando el lomo de su gato Mácak, fenómeno que desde entonces despertó su interés. Después quedaría cautivado con una descripción de las Cataratas del Niágara y hará el propósito de ir y aprovechar esa fuente de energía. Tesla vivió muchos años de manera osada: “en mi juventud, mi ignorancia y mi desenfado me pusieron en incontables aprietos, peligros y embrollos”. Su increíble actividad mental le permitió practicar un método para desarrollar sus creaciones sin apenas hacer experimentos: “Cuando dirigí mis pensamientos a inventar, me di cuenta de que podía visualizar mis concepciones con la mayor de las facilidades”, señala. “De esta manera he desarrollado, inconscientemente, lo que yo considero un nuevo método de materializar ideas y conceptos ingeniosos, que es exactamente opuesto al puro método experimental del cual, sin duda alguna, Edison es el mejor y más exitoso exponente”. “Cuando tengo una idea, comienzo de inmediato a construirla en mi mente. Cambio la estructura, hago mejoras, experimento, hago funcionar el dispositivo en mi mente. Para mí es exactamente lo mismo manejar mi turbina en el pensamiento o probarla de veras”. Su genialidad no tenía par. Tesla murió mientras dormía, el 7 de enero de 1943. A su funeral asistieron científcos, algunos dignatarios y cientos de admiradores. Entre ellos estaba Edwin Howard Armstrong, su compañero pionero de la radio, que comentaba proféticamente: “Creo que el mundo esperará durante mucho tiempo por alguien a la altura de Tesla en logros e imaginación”.