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Hoy es viernes, 26 de abril de 2024

El manto de Marcela Serrano, un libro que acompaña

• La escritora chilena entrega una novela escrita desde el ‘yo’, que hurga en el duelo por la muerte de su hermana

El manto de Marcela Serrano, un libro que acompaña

CIUDAD DE MÉXICO.

La escritura como catarsis, como sanación. La narradora chilena Marcela Serrano (1951) ve a El manto, su novela más personal, como “una pequeña tumba para mi hermana, que acarreo conmigo siempre y me hacer sentir acompañada por ella. Yo creo en los libros que acompañan”, confiesa.

 

“Ha sido una rica experiencia. Es la primera vez que confecciono una obra que no es ficción, que es redactada desde el yo. Nunca pensé escribir desde ese lugar, no estaba en mis planes, sólo sucedió”, comenta en entrevista.

 

De visita en México, tras años de ausencia, la también artista visual cuenta que con este título publicado por Alfaguara quiso hacer un registro de lo que era un duelo por la pérdida de un ser querido; en este caso, de su hermana, la periodista Margarita Serrano, quien murió en noviembre de 2017, tras años de luchar contra un cáncer.

Cuando mi hermana murió, ya tenía suficiente información para saber que al duelo no se le puede sacar la vuelta. Y, al contrario, me entregué a él. Me fui exactamente cien días al campo, en absoluta soledad.

 

“Y eso me hizo muy bien, porque no ignoré el duelo en ningún momento; viví dedicada a él, sin tener que dar cuentas al mundo. Y ahí empecé a escribir estos apuntes, aunque no sabía que terminarían en un libro. Escribir es mi forma de reflexionar, de ordenar la cabeza, de ampliar los ojos”, agrega.

 

Explica que ellas eran cinco hermanas. “Todas muy cercanas. No hay ningún hombre en la familia. Es un enorme clan bullicioso, porque todas son muy connotadas en su quehacer, estruendosas. De repente faltó una y la identidad del clan se rompió”, lamenta.

La licenciada en Grabado por la Universidad Católica confiesa que se sintió “absolutamente libre” al dar vida a El manto. “Cuando se escribe ficción y se trabaja con varios personajes a la vez, se debe estar muy atenta a la coherencia de los personajes, de su lenguaje, porque éstos te van guiando y te llevan casi a la acción.

 

“Esa concentración desapareció porque el personaje era yo. No tenía que buscar coherencia ni debía inventarme. Entonces, eso resultó un gran alivio. De repente sentí que fluía, porque no tenía que estar atenta a ningún personaje”, añade.

 

La autora de Nosotras que nos queremos tanto (1991) y La Novena (2016) detalla que, con este ejercicio de introspección, de explorarse a sí misma, de hurgar en los recuerdos y en la memoria, descubrió a una Marcela Serrano diferente.

 

“Me sentí con más instrumentos en la mano, más rica, con más capacidad para ser flexible. Y una cosa fantástica: ahora no planifico nada, yo estoy abierta para lo que venga, no sé qué voy a escribir, acepto lo que la vida me diga”, indica.

 

La premio Sor Juana Inés de la Cruz 1994 piensa que, al escribir, la memoria “se te amplía, se te purifica y al final se te redime. Y el duelo cobra un sentido que no tendría si no lo hubieras escrito. Más que nunca, me siento una enorme privilegiada por poder manifestarlo de esa forma. Es muy distinto escribir un duelo que no hacerlo. Viva la literatura”, dice.

UN CAMBIO DE ERA

La escritora que abandonó su tierra natal debido a la censura de la dictadura militar, está contenta de que en Chile haya estallado una “verdadera y profunda” revolución. “Quienes creen que son sólo unos desórdenes están muy equivocados. Habrá un cambio de era. Y eso me produce una enorme esperanza, porque el Chile que existía era un espejismo.

“Durante la dictadura de Augusto Pinochet, se hizo un laboratorio en el país, de cómo instrumentar el sistema neoliberal y cómo hacer que la economía sustituyera a la política; y eso se profundizó con una Constitución para resguardar ese estado”, expresa.

 

Está convencida de que esa situación “es un abuso y una desigualdad que no tiene nombre. Es un país hecho para los ricos. Es espléndido para los inversionistas, pues casi no pagan impuestos, hay un buen clima, muy ordenadito y, por dentro, iba acumulándose la ira.

“Me dio pena pensar por qué estamos tan dormidos. Pero el estallido nos tomó totalmente por sorpresa. Nadie tenía idea de que esto iba a pasar. Aunque los dueños del país están a favor de ese cambio. Así que tiene que pasar algo bueno con esto”, asegura la ensayista.

 

Considera que el movimiento de protestas del país sudamericano ha sido muy creativo. “No sé si escribiré sobre ello. No tengo idea de cómo las cosas te van pasando por dentro, porque todo esto requiere su decantamiento. Sé que el cambio es profundo y eso me llena de esperanza. Sobre todo ese revivir de toda la cosa feminista: bailaron desnudas en las calles, voces tan apagadas y explotaron al unísono. Es una felicidad”, concluye.