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Hoy es lunes, 6 de mayo de 2024

El infierno son los otros; Blanca Guerra

• Con el montaje de A puerta cerrada, Enrique Singer recupera el existencialismo más crudo de Jean-Paul Sartre

El infierno son los otros; Blanca Guerra

CIUDAD DE MÉXICO.

La actriz mexicana Blanca Guerra explora la filosofía existencialista  del escritor francés Jean-Paul Sartre (1905-1980), en la obra de teatro A puerta cerrada (Huis Clos, en su título original), escrita en 1944, que será estrenada mañana en el Teatro San Jerónimo Independencia, bajo la dirección escénica de Enrique Singer.

La actriz detalló, en entrevista con Excélsior, que la complejidad de la historia radica en que ésta concentra el pensamiento y la “filosofía del existencialismo ateo” de Satre, a través de tres personajes que se encuentran en el infierno.

Sus circunstancias, dijo, contrastan con la esencia y lo que define la postura del dramaturgo, quien “no plantea un cielo ni un infierno, ni tampoco seres extraordinarios, sobrenaturales o superiores”, sino un espacio imaginario donde “el infierno son los otros”.

Así que Sartre deja que la responsabilidad recaiga por completo en el individuo, sin azar ni proyecto que preceda a la existencia.

Y es a partir de ese punto  que la persona se hace responsable del tipo de ser humano que quiere ser, desde su libre albedrío.

Así que sus actos, abundó la actriz, deben ser congruentes, porque éstos son los que definen a los personajes y los particularizan, sin perder de vista que todas las acciones de los personajes  tendrán consecuencia en los demás.

“Esto quiere decir que existes en tanto te relaciones con el otro, en tanto el otro te ve y te toma como una persona y no como un objeto”, abundó Guerra.

Y aunque estás expuesto a ser interpretado por los demás, no siempre resulta bien, porque depende de lo que los demás creen y piensan de sí mismos, explicó.

“Todo esto es un riesgo, porque a partir de lo que tú presentas ante la mirada de los otros, estás sujeto a interpretación y a que te exijan que seas lo que representas y no otro, sin la posibilidad de cambiar el trayecto”, añadió.

Sin embargo, en el montaje de A puerta cerrada, estos conceptos son mucho más legibles y accesibles para el espectador, sobre todo cuando se enfrenta a esos tres personajes que han llegado al infierno de forma permanente, quienes pueden ser fácilmente ubicados  por el público, dado que el planteamiento es una metáfora de la vida cotidiana.

 

“La gente se va a identificar cuando vea la obra, pero también se va a divertir y a reflexionar”, aseguró la actriz.

Sobre su personaje, que responde al nombre de Inés, dijo, éste “es sumamente racional, muy consciente de lo que fue en vida y no le sorprende estar en el infierno, porque fue una mujer cruel y sus actos la llevaron a tener esa consecuencia tras su muerte.

Digamos que es una broma de Sartre, porque no existe el cielo ni el infierno para él, así que el infierno son los otros”, reconoció.

 

 

 

 

GUSANOS SIN ROPA

 

Puesta en escena por primera vez en el Vieux-Colombier, en mayo de 1944, A puerta cerrada se presentó justo antes de la liberación de París durante la Segunda Guerra Mundial.

 

El montaje se conforma de un acto y la trama se desarrolla en el corazón del infierno, al interior de una habitación cuya puerta siempre está cerrada; y es ahí donde se desmenuza la personalidad de los tres protagonistas, quienes  habrán de convivir eternamente.

Sin embargo, una vez “desnudos como gusanos”, según palabras de uno de los protagonistas, fallan en su intento por vivir armónicamente, debido a que cada uno es espejo del otro, comprobando así la teoría sartreana de que... el infierno son los demás.

Para Blanca Guerra, esa habitación en donde transcurren los hechos, produce en todos los personajes una suerte de codependencia.

“Digamos que ellos han llegado para la eternidad, así que esas relaciones ya no pueden dejar de ser, y ese conocimiento al que llegan se vuelve algo necesario para su existencia”, comentó.

Sin embargo, la obra registra distintas lecturas. Por ejemplo, plantea un triángulo amoroso en el que Inés tiene como objeto de deseo a Estelle, una mujer que engañó a su esposo y mató a su hija.

Por su parte, Estelle observa en el personaje masculino, Garcin, lo que necesita, mientras este último, observa en ambas mujeres de diferentes edades, lo que requiere para existir y así convencerse de que no es un cobarde.

De acuerdo con la narrativa, Garcin dirigió un periódico pacifista y es un hombre que se muestra atormentado por su pasado por ser considerado un cobarde.

Inés, por su condición homosexual, es el personaje más consciente de la situación que enfrentan en el infierno, aunque en su vida terrenal fue condenada, debido a sus preferencias sexuales.

Y Estelle, quien asegura  que su estancia en el infierno es un error, mientras son acompañados por un mayordomo.

OTROS ESPEJOS

 

En el tema de la escenografía, Singer apostó por un cuarto sin espejos ni ventanas y sin tiempo, que le permite a los personajes  permanecer despiertos, y en donde son recibidos por el mayordomo (Paulina Soto), quien observa a torturados y torturadores de sí mismos.

“Desde mi punto de vista, la obra es una cadena de tres eslabones insatisfechos  y, al mismo tiempo, una reflexión llena humor... Conocí el texto muchos años atrás y retomarlo me llena de satisfacción, porque me encanta tratar de entenderlo, aunque  quisiera dedicarme a explorar la filosofía con mayor detenimiento y atención. Por eso agradezco estar en este proyecto”, dijo.

“Es una obra que me cuestiona y que lo que persigue es que la gente reflexione sobre la responsabilidad que cada uno tenemos como individuos”, concluyó.