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Hoy es jueves, 25 de abril de 2024

Comunidades se han apropiado del Proyecto Ruelas

Desde hace cuatro años se llevan montajes a zonas marginadas; fue salvado por comunidades guanajuatenses

Comunidades se han apropiado del Proyecto Ruelas

GUANAJUATO.

Las comunidades marginadas del estado se han apropiado del Proyecto Ruelas, una iniciativa de teatro comunitario que nació hace cuatro años en el Festival Internacional Cervantino (FIC). Jóvenes, madres solteras y adultos mayores adoptaron el programa artístico como estrategia para salvar a sus poblaciones de la criminalidad, y, sobre todo, ofrecer un primer acercamiento a la cultura. Y a pesar de que las instituciones redujeron el presupuesto en un 50 por ciento para esta edición, los habitantes mantienen activo el programa.

Este año se entregó un millón de pesos para cuatro producciones escénicas en el mismo número de ciudades de Guanajuato, aunque en 2014, cuando el entonces director del 42 FIC Jorge Volpi, anunció el programa, se dijo tendría una inversión de dos millones de pesos (un millón aportado por el festival, y otro por la Secretaría de Gobernación a través del programa México en armonía).

Durante los tres primeros años se mantuvo el presupuesto, pero para la edición 45 del FIC —que inició el pasado 11 de octubre— se redujo, señaló el coordinador del proyecto, Mario Reséndiz. “Se necesita arriba de dos millones de pesos, es difícil conseguirlos y de hecho este año fue menor, ahora está funcionando con un millón de pesos. No hay ganancia para nadie, nadie recibe salario, y de este presupuesto se tiene que pagar costos de escenografía, utilería y demás”, apuntó en entrevista.

El Proyecto Ruelas se pensó para llevar artes escénicas a comunidades con alto nivel de delincuencia y descomposición social. Se eligieron San Juan de Abajo, en León; Puerto de Valle, Pozo Blanco del Capulín, en San José Iturbide, y las colonias Arboledas, Cervera, Lomas del Padre, Cúpulas y Mártires de 22 de Abril, en Guanajuato.

Zonas con hacinamiento, delincuencia, desintegración familiar, pobreza, marginación, escasez de recursos como agua y energía eléctrica, y en temas culturales, muchos de sus habitantes nunca han asistido a un teatro o un espectáculo de música.

Trabajamos con cuatro grupos sociales: jóvenes, adultos mayores, zonas de pobreza y gente del campo”, acotó.

Además de los recursos económicos, las compañías de teatro comunitario tendrían el apoyo de la escuela de artes de la Universidad de Guanajuato para la adquisición de vestuario, utilería, escenario y espacios para ensayos, según se anunció en 2014. Pero en la práctica ha sido diferente. Los habitantes de las comunidades han adoptado el proyecto como propio para garantizar su permanencia.

Uno de los casos emblemáticos es la comunidad de Pozo Blanco, de apenas 500 habitantes, donde trabaja desde hace cuatro años Raquel Araujo con su compañía Teatro de la Rendija. Si bien el grupo recibe los recursos del FIC, es la comunidad la que apoya con materiales para la obra y gastos de producción. Los poco más de 50 participantes, la mayoría adolescentes, asisten a los talleres de actuación por las tardes, después de trabajar en la construcción o estudiar el nivel bachillerato.

La comunidad está en un pueblo de una sola calle sin pavimentar y los chicos que están con nosotros trabajan en el campo o la construcción, son familias de diez hijos, varios estudian secundaria o preparatoria, y llegan al teatro después de trabajar bajo el sol. Pero hemos visto cómo cambia su visión, ahora varios de ellos piensan en estudiar la universidad y volver a su poblado para conservar las tradiciones. Son chicos conscientes de la tierra, de cuestiones ecológicas y de salud”, refirió Araujo, que se traslada a Pozo Blanco durante los meses de la producción.

Para Reséndiz y Araujo el presupuesto pasa a segundo término en el sentido de que se producen puestas en escena austeras, y más bien enfatizan es el proceso de enseñanza no sólo de actuación sino de otras habilidades estéticas. Y por ello coinciden en que la iniciativa artística debe conservarse dentro de la programación del Festival Internacional Cervantino, que les da proyección fuera de sus comunidades. 

El Proyecto Ruelas hay que sacarlo más, llevarlo a más comunidades en el año. Porque el Cervantino tiene el objetivo de llevar cultura a Guanajuato en octubre, pero durante todo el año estas comunidades trabajan en sus obras, toman talleres de utilería, cartonería, hacen la escenografía y valdría la pena no limitarlo al mes de octubre”, advirtió Reséndiz.

Si bien no son proyectos autónomos, las cuatro compañías comunitarias han logrado sobrevivir fuera del marco temporal del FIC, incluso extender sus tareas a otras propuestas culturales como la ampliación de la Sala de Lectura en Pozo Blanco a partir del Proyecto Ruelas. “Para ser una compañía autónoma nos falta mucho camino por recorrer, pero sí es un proyecto que la gente cuida mucho y los han motivado a pedir otras cosas, detalles como que el ayuntamiento recién nos puso una luminaria faltante en la zona, o que hemos logrado crecer su biblioteca local”, recordó Araujo.

En la edición 45 del FIC se programaron las obras Yerba Santa pa’ la garganta y abrecaminos pa´tu destino, a cargo de Juliana Faesler; La Valentina, dirigida por Luis Martín Solis; La Mancaña, por Raquel Araujo, y Cómo llegar a Fueenteovejuna, por Sara Pinedo. Si bien se presentaron durante el primer fin de semana del Cervantino, las compañías harán una pequeña gira por León, Salamanca y San Miguel de Allende.

Como coordinador del proyecto creo que lo que falta es difusión, llevarlo a otras ciudades. Necesitamos que se dé a conocer como cualquier otra compañía. Creo que tendríamos que hacer un ejercicio de expansión para que todos los proyectos sociales que genera el Cervantino sean movibles durante el año”, reiteró Reséndi